¡Cada 18 horas se comete un feminicidio en Colombia y 271 mujeres han sido víctimas de feminicidio en lo que va del 2024! Señora ministra de Educación, hay que imponer una materia obligatoria de “artes marciales” o karate para las niñas, para que aprendan a defenderse desde el colegio de estos salvajes “masculinos” que en número creciente habrán de tocarles en suerte de novios, compañeros permanentes, esposos o padrastros, potenciales infanticidas o feminicidas que tarde o temprano las emprenderán contra ellas a punta de cuchillo.
Que aplacen otros deportes para cuando ya las chicas sean cinturón negro y estén en condiciones de salvar sus vidas. Porque estamos llegando ya a unos extremos espantosos de violencia intrafamiliar y la sociedad se está desquiciando del todo, en medio de una delincuencia y violencia generalizadas, con un gobierno ausente.
Post-it. El ejecutivo es especialista en inventarse unos calificativos que sólo sirven para los titulares de prensa, como “potencia mundial de la vida” cuando en realidad estamos convirtiéndonos en una súper potencia mundial de la muerte. Y en medio de la tragedia, lo que hace el Pacto Histórico, en vez de fortalecer la autoridad y rescatar la seguridad de los seres humanos, se dedica a redoblar esfuerzos legislativos para, so pretexto de librar los toros del martirio, dejar en la calle a miles de familias y personas dedicadas a dicha actividad, para que mueran de hambre o entren a engrosar la lista de malabaristas bajo los semáforos.
Lo que han logrado es cuadrarles a los animales un entierro de tercera y aniquilar el arte de lidiar toros, una fiesta cultural bien arraigada en ciertas regiones, que además forma parte de nuestro acervo cultural; entonces, en lugar de permitir que el torero o el toro pierdan la lidia en la arena (o los indulten, si lo ameritan por su casta y bravura), y como lo dijo un ganadero, le va a tocar producir en su hato la hecatombe de unos 200 animales que ya no tendrían razón de existir porque no hay forma de sostenerlos para verlos pastar o simplemente para que sean parte del paisaje.
Qué flaco favor le han prestado a la sociedad la senadora Esmeralda Hernández y su cohorte de animalistas mamertos. Pero cabría la posibilidad de que esa ley no resista el control constitucional, por vicios de forma que campearon en el proceso legislativo, y por ecos de la sentencia C-666 del año 2010 de la Corte Constitucional, que da luz verde a la práctica de las actividades de entretenimiento y de expresión cultural con animales, permitiendo un maltrato morigerado, en los sitios donde las mismas sean manifestación de una tradición regular, periódica e ininterrumpida.
Y también ayuda otra sentencia, la C-1192 de 2005, que nos recuerda que fue el legislador el que reconoció el arte de lidiar toros como una expresión artística y cultural de los pueblos iberoamericanos, y el respeto a las expresiones culturales como las becerradas, novilladas, rejoneos, riñas de gallos, tientas y coleo, como una forma de extensión del principio de diversidad étnica y cultural, que se convierten en derechos humanos, en lugar de forzar la desaparición de un raza por su genial idea de acabar la fiesta, especialmente en Bogotá, Santiago de Cali y Manizales, donde aún podíamos disfrutarlas. Pero ahora debemos contentarnos con ir a la plaza de toros a ver las maromas de los enanitos toreros.