La educación, como cualquier edificación, se empieza a construir por sus cimientos. La instrucción primaria, en todos los países de América y especialmente en Colombia, tiene gravísimos problemas. El principal, el déficit de profesorado. De cada 100 maestros, 65 carecen de títulos docentes. Existe la equivocación de que todo se reduce a alfabetizar. Y comúnmente se piensa que alfabetizar consiste en enseñar a leer y escribir y, a lo sumo, algunos elementos de aritmética y de idioma patrio. Tal concepto se halla hoy revaluado y ya nadie piensa que este tipo de alfabetización sea suficiente como base genérica común de cultura. Por ello se prefiere emplear el término de educación fundamental o educación de base.
“Se entiende, por educación fundamental, anota la Unesco, aquél mínimo de formación y de conocimientos que todo ser humano debe disponer para vivir de acuerdo con los dictados de la razón y la moral en función de sus fines temporales y para valerse por sí mismo y ser útil a sus semejantes; los instrumentos de la lectura y de la escritura; enseñar el manejo de los números; informar sobre las normas de la moral y la doctrina cristiana; instruir sobre la geografía del país y los más destacados episodios de la historia de la nación, así como el sentido de sus instituciones y la nobleza de sus destinos; formar la conciencia de la dignidad de la persona humana, aumentar el sentido de la responsabilidad y de los deberes para con Dios, la familia, la sociedad y la patria; crear hábitos individuales y colectivos de higiene; desarrollar la organización racional del trabajo; destacar la importancia de la justicia y la cooperación social en orden al bienestar colectivo; aleccionar sobre la más adecuada utilización de los recursos naturales en orden a la actividad productiva”.
En nuestro medio, sorprende la pobreza docente y la falta de aulas adecuadas. La gran masa de niños proviene de núcleos populares diseminados a través de aldeas y también de barriadas y caseríos y tugurios suburbanos. Es decir, que la población infantil se halla inmersa en el corazón de grupos subdesarrollados y marginados.
En las zonas campesinas de la mayoría de los países hispanoamericanos, las estancias, chozas y casitas de los niños suelen hallarse a considerables distancias de la escuela. Los escolares, humildísimos en su mayoría, acusan una tremenda desnutrición y son víctimas de las endemias y las epidemias más debilitantes. Acuden a su clase, famélicos, mal desayunados y miserablemente vestidos. La desnutrición produce un estado de abulia que disminuye o hace desaparecer toda capacidad receptiva y asimilativa. Un niño desnutrido, se siente enfermo, frustrado y no puede pensar con la misma lógica del grupo. La pobreza de los progenitores hace utilizar a los hijos en trabajos adicionales, retirándolos de la escuela. Por eso de cada 100 matriculados, sólo diez llegan a quinto.
Pero aún solucionando la deserción escolar, la primaria no suministra los instrumentos prácticos que permitan al pequeño enfrentarse a la lucha por la vida. La escuela no capacita en ningún campo de las técnicas usuales. La enseñanza media, sólo puede ser continuada por los integrantes de la clase media y alta.