Nobel de salud mental | El Nuevo Siglo
Viernes, 6 de Octubre de 2023

Aunque el covid no fue apocalíptico, ni indujo nuevas normalidades o cambios estructurales en la sociedad, motivó la designación de los premiados con el Nobel de Medicina este año. Desafortunadamente, la salud mental, que pretende concienciarse celebrándola el próximo 10 de octubre, sigue pasando de agache; paradójicamente, esta semana Simone Biles volvió a hacer historia por haber evitado saltársela.

Superando la intransigencia que sigue diversificando los motivos o las justificaciones para seguir conflictuados, reconozcamos que afectamos al planeta y la economía es sádica con la humanidad. A cambio de seguir desintegrando el escaso sentido común que podría unirnos, desafiemos las creencias anacrónicas, cuestionemos los argumentos ortodoxos y exploremos ciertas opciones que no sean prohibitivas.

Verbigracia, quienes rechazan el aborto o la eutanasia parecen insensibles ante la pobre calidad de vida que padecen las mayorías, cuya cronicidad acabó con la esperanza de que algún día ocurriría un milagrito. Así mismo, quienes objetamos la legalización de algunas terapias “milenarias”, desconocemos las tribulaciones que acumula la generación millennial, aunque no son tan diferentes de las pasadas.

Jamás habría pensado que la ciencia desmentiría la efectividad de sus soluciones “tradicionales”, creadas en laboratorios, y empezara a declarar clínicamente comprobadas a ciertas alternativas naturales.

Intocables, en la película Lobo de Wall Street demuestran que las finanzas son meras ilusiones, impulsadas por el uso de barbitúricos. En nuestro país, además, parece imposible mejorar el código electoral, aunque las campañas políticas se costeen con recursos derivados de la cocaína, pues la hoja del tamal ya no logra estimular a los votantes.

Entretanto, la marihuana sigue siendo tabú. Sin embargo, algunas sustancias psicoactivas, como los cannabinoides o la psilobicina -entre los hongos alucinógenos-, han superado el costo-beneficio de los tratamientos farmacéuticos contra la depresión o el estrés postraumático, algo de lo que prácticamente toda la población está subdiagnosticada, entre tantas crisis sistémicas: socioeconómicas, climáticas o pandémicas.

La democracia ahora padece síndrome de abstinencia electoral, arrepentimiento e indignación; y lo mismo sucede con la salud mental, pues el acceso público a tratamientos es restringido, el costo de los servicios privatizados es prohibitivo, y su calidad es poco efectiva.

Ahora que está de moda lo artificial, en la belleza, la inteligencia y la estimulación neurotrópica, hay variedades sintéticas como la esketamina o la MDMA -éxtasis-, que fue enaltecida por la revista Science.org en 2021 (Breakthrough of the year, 16/12/2021).

La psicodelia ha sido parte de rituales, como aquel en el cual simulan la sangre de cristo con vino, mientras cobran el diezmo. Entretanto, los artistas más reconocidos atribuyen su inspiración o experiencia de reconciliación y cosmovisión al uso de esas sustancias que, en cualquier caso, benefician a quienes las comercializan usando valoraciones absurdas.

Admitiendo su equivocación por haberlas censurado, basándose en fundamentalismos injustos o irracionales, Australia, un país desarrollado, incluyó este año en sus recetarios a las ayudas terapéuticas antes mencionadas, y en el estado más importante para la economía de Estados Unidos, California, legalizaron su uso recreativo aduciendo que nutre la salud mental.

Sorpresivamente, la industria del cannabis tuvo un eufórico desempeño en sus inicios, pero sus cotizaciones han terminado por deprimirse en las bolsas de valores, por lo que no parece haber riesgo de dependencia. Ahora, “la mata que mata” empleos es la programación “autómata”, y el fentanilo convierte a las personas en zombis.

Necesito ser más neuroreceptivo ante las innovaciones, y salir de la caverna; para aclarar, el LSD es fotosensitivo, no sigamos impulsando los hongos nucleares y, además del Nobel de Paz, necesitamos uno para la salud mental.