Un pueblo sin historia es una horda o una montonera. Es la historia la que da orgullo, sentido de pertenencia y personalidad a una nación.
La tradición es un acervo cultural que se transmite, que circula en el tiempo, y que se entrega de generación en generación. Si en la esfera biológica se rechaza toda posibilidad de admitir la generación espontánea, lo propio acontece en la esfera humana y en el ambiente de la cultura. La vida, tanto individual, como colectiva es continuidad y entrecruce de tres fuerzas temporales: pasado, presente y futuro. Nos movemos dentro del triángulo: ayer, hoy y mañana.
Existen constantes sicológicas y sociológicas que fijan un rumbo a los pueblos y determinan una modalidad de vida y de pensamiento común, cuyo elemento fijativo es la tradición, los sedimentos vivenciales que las generaciones anteriores proyectan hacia el presente y el futuro. La tradición es el ingrediente o factor de la autenticidad de los pueblos, el vehículo de la unidad, la base que sustancia el ser social. La autenticidad es la fidelidad a la que un pueblo es, ha sido y seguirá siendo.
Después de una excelente presidencia de la prestigiosa Academia Colombiana de Historia del académico Eduardo Durán, asumió la dirección de esta corporación, al exministro y veterano historiador Rodolfo Segovia, quien ha sorprendido por su dinamismo y magníficos resultados a pesar del azote de la pandemia, que tanto trastorno le ocasiona universo-mundo. Ha sido también muy estimulante el catedrático Fernando Mayorga como secretario, pues su trabajo, de por sí agobiante, es ágil y de ejemplar responsabilidad. Las sesiones, encuentros, conferencias y debates virtuales, son enriquecedores y memorables.
Siempre me he quejado por no dar el país, a la historia, toda la fuerza, protagonismo y trascendencia que le dan las grandes potencias a su pasado como Alemania, Inglaterra y Francia, para citar unos pocos casos. Hasta hermosos monumentos nuestros, construidos con enorme orgullo, en homenaje a figuras gloriosas, son objeto de mil ultrajes por parte de gentes energúmenas y envenenadas. La crítica a este vandalismo es débil. Es probable que algunos próceres, como el inmortal Simón Bolívar, como seres humanos pudieron haber cometido errores, pero lo vital de sus existencias fue impresionante.
Nuestra Academia Colombiana de Historia mantiene vibrante los valores excepcionales que tanto nos engrandecieron. Las fechas, los episodios, y lo más sobresaliente del pasado se mantiene vigente, se publican libros, se enaltecen los acontecimientos pretéritos y se motiva a la juventud y a la ciudadanía para que se enorgullezcan de su patria.
Todas las academias cultivan con fervor la gloria de sus héroes, y de las figuras que salen de lo común por sus realizaciones. Los nombres meritorios del pasado, dan fortaleza para las hazañas futuras. Las naciones no viven solo de sus riquezas materiales. Lo humanístico y las hazañas son esenciales y definitivas.