Acaba de cumplirse el primer aniversario de la llegada de Alberto Núñez Feijóo a la política española (el 2 de abril fue elegido por la práctica totalidad de los compromisarios del Partido Popular, PP) . Y el pasado viernes, 7 de abril, se cumplió también el primer aniversario de su encuentro inaugural con el jefe de gobierno, Pedro Sánchez, en el Palacio de la Moncloa.
En su discurso de aceptación del cargo ya empezó calificando a Sánchez de "déspota" y "autista". Y lo de Moncloa no acabó a cara de perro porque se guardaron las formas, pero el volantazo del Gobierno en el tema del Sáhara y la renovación del CGPJ fueron los elefantes en la habitación que hicieron imposible el entendimiento.
Desde entonces, siguen viviendo de espaldas. Los cruces parlamentarios en el Senado, las declaraciones públicas y un segundo encuentro en Moncloa (octubre 2022), siguieron escenificando la imposibilidad de que, al menos en cuestiones de Estado, el presidente del Gobierno y quien representa la alternativa de poder remen en la misma dirección.
Al respecto, los respectivos discursos se han acartonado y ya no significan nada. El de Sánchez, con vacías apelaciones a la obligación del PP de arrimar el hombro, mientras empuja a Feijóo hacia Vox, como si fuera un caballo de Troya de la ultraderecha. Y el de Feijóo, a la contra, acusando a Sánchez de no buscar consensos sino adhesiones inquebrantables.
Pierdan toda esperanza quienes en algún momento pensaron que Sánchez y Feijóo impulsarían el retorno al bipartidismo más o menos convenido entre ambos. Lo cual no impide que una buena parte de la sociedad, escarmentada de la nueva política (Ciudadanos y Podemos, ambos a la baja) vuelva a concentrar sus votos en uno de los dos partidos de la centralidad.
Lo que está descartado, al menos hasta el nuevo reparto de cartas en las urnas de diciembre, es cualquier posibilidad de pacto entre ambos. Acabaría como acabaron los otros dos intentos registrados a lo largo de estos últimos doce meses. Uno, a propuesta de Feijóo: un pacto de gobernabilidad basado sobre todo en política exterior y defensa (junio). Y otro, la llamada urgente del presidente del Gobierno, centrada en la renovación del CGPJ (octubre), tras la dimisión de su presidente, Carlos Lesmes. Los dos intentos se perdieron en la polvareda.
Feijóo ha sido muy claro: si ha de haber algún tipo de acuerdo con el socialista PSOE será con otro PSOE, no con el que representa Sánchez. Y Sánchez, por su parte, tampoco está interesado. De acercarse al PP se quedaría sin discurso. Y, sobre todo, se quedaría sin el apoyo de los costaleros sobre los que se asienta su poder hoy por hoy. Y sobre los que se asentaría su poder si la matemática le vuelve a ser favorable a la hora de revalidar el llamado "bloque de investidura".