Colombia atraviesa por uno de los momentos más críticos de la historia nacional, nuestros gobernantes han desviado el interés general hacia el particular, fenómeno que se desarrolla a través de “conductas de los servidores públicos que se apartan del ejercicio correcto de sus funciones, haciendo interferir intereses privados propios o de terceros incompatibles con o, al menos, distorsionadores de los intereses públicos a que se orientan aquellas funciones”, según lo señala el abogado Jaime Lombana en su libro “Corrupción, cohecho y tráfico de influencias en España y Colombia”.
Estamos en momentos cruciales para advertir las consecuencias negativas de lo que puede ocurrir si abandonamos nuestros deberes políticos, como es el derecho a elegir libremente los futuros gobernantes.
Bien lo advierte Teodoro Petkoff, político, periodista y economista venezolano, en su obra “El chavismo al banquillo”, donde nos relata cómo el pueblo venezolano asediado por la corrupción, decidió alejarse de sus deberes, lo cual fue muy bien aprovechado por el comandante Chávez.
Se le entregó en bandeja de plata con una votación pírrica el poder a un populista mesiánico, que ya instalado corrompió a los militares para asegurar su lealtad, debido a la rebelión de los venezolanos que decidieron abstenerse en las elecciones.
Afirma Teodoro Petkoff que durante los primeros años, el cemento ideológico para la Fuerza Armada Nacional lo constituía la llamada Doctrina Bolivariana; una manipuladora pero muy efectiva versión de la historia venezolana, que emparenta, la guerra de independencia del siglo XIX y la propia figura de Simón Bolívar, con la “revolución bolivariana” y con Hugo Chávez.
En Colombia vamos por el mismo camino. Gran cantidad de colombianos anuncian su abstención en las próximas elecciones, con la excusa de que todos los políticos son corruptos.
Si esto llegare a suceder, abriremos las puertas a unos candidatos mesiánicos que salieron mal librados de una alcaldía, con una desaprobación superior al 70 por ciento, candidatas fieles amigas de Chávez, o prohombres de la moral que fueron destituidos por el Consejo de Estado.
Estas figuras mesiánicas si fueren elegidas por mayoría casi absoluta, obtendrían el triunfo sin ninguna competencia frente a otros candidatos, como fue el caso de Chávez. Ya elegidos, no repartirán mermelada, hablarán de una constitución moribunda, acabarán con la industria colombiana, nos amenazarán con equipos de guerra importados de Rusia. Todo esto acompañado con el equipo de las Farc que firmó la paz, cuyo sueño fue el de llegar a un Estado Socialista.
Los colombianos terminaremos igual que los venezolanos, recogiendo de la basura el alimento diario para una trágica subsistencia, sin medicinas, sin papel higiénico.
Cuidémonos entonces de candidatos mesiánicos que prometan: “un Estado moralista con transformación social”.