PARADÓJICAMENTE la vida de todo ser humano contiene en su parte emocional dos características fundamentales. Por un lado suplica, implora vivir en paz, por otro disfruta y aplaude la tragedia de animales cuya única defensa es su cornamenta, son seres sintientes con vida.
Desde épocas arcaicas somos fanáticos de los juegos sangrientos. Recordemos la tragedia griega de Esquilo, en donde Prometeo es encadenado por parte de Zeus. Como castigo debía quedarse encadenado en una roca por el resto de su vida, siendo víctima de los ataques constantes de un buitre, que le destruía sus entrañas todos los días.
Calígula ocupa un lugar ilustre en la sangrienta lista de los emperadores romanos, sacrificó 160.000 animales como acción de gracias por su acceso al trono.
En el Coliseo Romano el pueblo expresaba su cultura. Allí era el lugar donde el emperador divertía a sus súbditos. Los gladiadores se enfrentaban de diversas maneras. Cuando un gladiador era herido, podía solicitar el perdón. El emperador escuchaba la opinión de la muchedumbre sobre si había luchado como era debido. Si todos agitaban el pañuelo, al caído se le perdonaba la vida. En caso negativo, la gente volvía hacia abajo el puño y el gladiador era rematado por el vencedor.
Después de muchos años existen seres humanos superdotados, que se creen civilizados, todavía les encanta las diversiones sanguinarias, acompañadas por bandas papayeras, manzanilla y lindas mujeres. En las corralejas, los espontáneos divierten al público, lanzándose ebrios de licor al ruedo, aquí los toros los elevan por los aires, los cornean, al compás de una buena música, y con estruendosos aplausos de la multitud.
Existen monumentales plazas de toros, con la más alta tecnología arquitectónica, para que el público pueda gozar con mayor emoción la tortura de los animales bravíos.
Toreros clavan banderillas y espadas con sevicia a animales sintientes. Algunas veces los toros se estropean y fracturan sus patas. Entonces el público pide que lo acribillen sin piedad con un puntillazo, es decir con una puñalada certera.
Después de una gran faena aplaudida por seres civilizados, aunque el toro luche desenfrenadamente contra la muerte, es arrastrado agónico por la arena donde muere fatídicamente en los medios de la plaza. El público inclemente emocionado pide música para festejar la gran actuación de su verdugo.
En la búsqueda de nuevos caminos para lograr una sociedad más civilizada, se aprobó la Ley 1774 de 2016, que estableció como objetivos fundamentales la protección de los animales que son seres sintientes, ellos no pueden ser tratados como cosas, causándoles sufrimiento y dolor, llevándolos hasta la muerte, en especial el causado directa o indirectamente por seres humanos irracionales.
Afortunadamente cada día aumenta el número de personas civilizadas que rechazan el maltrato animal. Darcy Quinn periodista de Caracol Radio encabeza junto con la sociedad protectora de animales una gran campaña para que no se den más puñaladas a los toros, animales que ningún daño le hacen a la humanidad, a pesar de que muchos continúen gritando olés como locos.