Para olvidar
Cierra un año nefasto para la fe ciudadana por cuenta de quienes por años estuvieron al acecho de los recursos públicos, y sin sonrojarse, robaron todo lo que estuvo a su alcance.
2011 es como uno de esos partidos de fútbol para olvidar. Uno sabe que fue al estadio a ver a su equipo amado, pero siente pena del espectáculo y prefiere pasar la página y que la prensa especializada se ocupe de juzgar a quienes defraudan a la afición.
Fue un calendario atiborrado de eventos lamentables que nos colocaron en el peor de los mundos. Cuando creíamos que habíamos ganado terreno contra la corrupción, trafico de influencias, favores en contratación y apropiación indebida de fondos del Estado, nos dimos contra un muro. La corrupción estaba vigente, actuando con vigor, agazapada e sectores público y privado donde se roba por igual.
El cierre de Gobierno del Presidente Uribe y el inicio de la administración Santos fue un mosaico de sinsabores en el manejo de dineros públicos. Fue entonces cuando la sociedad comenzó a entender la situación, a perder la esperanza ganada y a dejar de creer aún más en su clase dirigente.
Cuando pensamos que la corrupción estaba contra las paredes, ésta se alzaba voraz como ave de rapiña llevándose en sus garras dineros destinados a infraestructura, agro y salud. Una danza de delitos contra la sociedad que causan desconfianza, incertidumbre y vergüenza nacional.
Fue un año de apego al dinero fácil donde la trampa prosperó y la transparencia se guardó. Mientras el país centraba esfuerzos en la recuperación de la economía, la inversión, el empleo, el consumo, y de otro lado, logar acercamientos con grupos armados para liberar a los secuestrados, los corruptos hacían de las suyas.
En tanto el Presidente Santos y los hombres de negocios hacían apuestas por la reactivación de la economía, control de la inflación con ayuda de la Junta del Banco de la República, reanimación del crédito, normalización en las relaciones con Quito y Caracas, la aprobación del TLC con Washington, al mismo tiempo depredadores del gasto y recursos públicos se atragantaban de codicia y poder.
Cuando la Nación hacía esfuerzos para bajar la tasa de desempleo que llegó a estar en 12% -más de 2.8 millones de desocupados-, mitigar los efectos de la cruel ola invernal que nos persigue, darle vivienda popular a los pobres con avales del Gobierno –Fondo de Garantías-, ampliar cupos en escuelas y colegios y tener más cobertura en salud, expertos en delinquir se estaban quedando con muchos de los recursos necesarios para tales fines.
Pero como en toda partida hay revancha. Igual que para los equipos de fútbol de la Capital que desinflaron ilusiones rojas y azules, habrá desquite, ojalá en 2012. El Nuevo Año no puede ser peor, hay muchos delincuentes tras las rejas. Hay que llevarlos a todos.