ORLANDO CANO VALLEJO | El Nuevo Siglo
Martes, 22 de Julio de 2014

MIRADOR

Otra vergüenza

AL  tiempo que asumió nuevo Congreso de la República en procura de recobrar crédito y abandonar desprestigio político, sonaron tambores de quienes en vez del júbilo padecen, sufren la independencia patria. Retumba grito de independencia de quienes ondean banderas de inconformismo, exclusión, olvido y desesperanza. Comunidades, regiones, pueblos cercanos o apartados de la civilización, que hoy parecen una caricatura en blanco y negro. Sufren las necesidades de hace 100 años y conviven con una realidad que supera la ciencia ficción.

Lo que viene a continuación debería ya ser tema de análisis, cuestionamiento y decisiones políticas en EL Parlamento colombiano, sin importar si la iniciativa es liberal, conservadora o de independientes. Hora de saber si es un nuevo Congreso o el mismo con las mismas. Veamos:

Las gentes de Yopal, capital de Casanare, emporio agrícola, ganadero y petrolero del país, influyente en desarrollo de vecinos como Cundinamarca, Boyacá y Meta, no tienen agua. Casanare es un departamento millonario en regalías, próspero en producción agrícola, fértil en pastos y productivo en ganadería. Su fauna y flora son variadas y tiene un ecosistema bien habitable.

Desde 2011, por daños causados por torrenciales aguaceros, lodazales y deslizamientos, su capital Yopal, perdió su acueducto. Desde entonces no llega el agua por grifos. Los ríos se agotan por el verano, pero habitantes deben lavar allí sus ropas, beberla y llevarla a sus casas. El agua que les llega transportada no da abasto para una población que aún no asimila cómo es que en pleno 2014, el preciado líquido está ausente de sus hogares.

Son 170.000 habitantes en Yopal. Ya son varias familias reportadas con la enfermedad hepatitis A, enterovirus y adenovirus por la contaminación en el turbio líquido al que tienen acceso. Han construido un pozo que resultó insuficiente para abastecer demanda de la población,420 litros de agua por segundo.

Vergüenza nacional, impresentable situación donde como siempre el pueblo paga los platos rotos. Una región rica en recursos y regalías, que aporta tanto al país, no puede morir de sed. Es agua por la que pagan en Yopal, no es caridad ni contribución del Estado, es un servicio público básico que no debería exigirse. Se habla de 50 a 80 mil millones de pesos para que el acueducto vuelva a llevar el servicio, pero ya pasaron 4 años y las obras no fluyen.

Los gobiernos nacional, departamental y local, así como la clase política regional, gremios y sector privado, tendrán que actuar con firmeza y responsabilidad social.

La paciencia en Yopal, como su agua, se agota.