Palabra de 2022: Pesadez/Dejadez | El Nuevo Siglo
Jueves, 29 de Diciembre de 2022

Aunque la campaña Clinton viralizó el adagio “es la economía, estúpido”, resultó tener más impacto la clasificación acuñada por su Secretario de Trabajo, Reich, bautizando en 1994 a la emergente “Clase Ansiosa” (The Anxious Class, WashingtonPost.com).

El neoliberalismo fue la ‘bomba atómica’ con la que intentaron destruir cualquier atisbo de comunismo-socialismo. Apocalíptico, detonó el fin del glorioso Estado de Bienestar, y derrumbó al Muro del Orgullo: el sueño americano. Nunca cesó la horrible noche, y la humanidad permanece presionada por la incertidumbre, la competencia salvaje y la inseguridad laboral.

Aunque los defensores de la libertad rechazábamos el secuestro ocupacional de la planificación centralizada, nuestro caótico hemisferio disolvió la autodeterminación vocacional: algo considerado derecho o, cuanto menos, expectativa legítima.

Antes, la carrera era un compromiso para toda la vida. Ahora, adaptando un término de Bauman, las profesiones y las relaciones laborales son “líquidas”, y, producto de la indefensión, los trabajadores renunciaron a buscar plenitud y trascendencia, porque se resignaron a rebuscar con qué pagar las cuentas para sobrevivir.

La clase media terminó siendo esclava de la mediocridad y la corrupción del modelo económico. Por una parte, entre quienes destacan por sus capacidades, algunos perciben mejores condiciones, pero en general renuncian a desarrollar su potencial o a hacer la diferencia, por miedo a perder su zona de confort: el statu quo. Por otra parte, muchos arriesgan y sacrifican todo para mejorar su desempeño, y, tras vender su alma al diablo, desmienten el progreso prometido.

La famosa ética de trabajo ignora que la mayoría de las actividades son abyectas. El aditivo moderno es la cultura del esfuerzo, donde sólo los más fuertes/masoquistas sobreviven/soportan al ‘canibalismo laboral’. Victorias pírricas, la humanidad fue derrotada y las infinitas víctimas asumen la culpa, aunque la batalla no fuera únicamente entre pares: es decir, entre perdedores o vagos contra vagos.

La rueda de actividad espontánea se masificó y nos domesticó. En los modernos ‘campos de concentración productiva’ no hay pausa, y siempre debe aspirarse a hacer más. Note que no hago referencia a si tiene satisfacción hacia el impacto real de su oficio, y orgullo hacia las formas de realizarlo; en el yermo escenario actual, su vanidad estará justificada si mejora su calidad de vida, o somete a alguien más.

Síntoma del desgaste acumulado, en 2022 atestiguamos el fenómeno de “renuncia silenciosa” (quiet quitting), según el cual las personas mantienen su trabajo cumpliendo la ley del mínimo esfuerzo. Además, según el Diccionario de Oxford -respaldado por 93% de los votos-, la expresión de 2022 fue “goblin mode”: algo como “dejadez” ante la “pesadez” económica/laboral.

Muchos sueñan con hacer lo que les plazca, empezando por dejar tirado el trabajo. Pero eso es un privilegio que sólo una minoría puede permitirse. A propósito, en EE. UU. registran la tendencia de altos ejecutivos que, tras acusar narcisismo y “burnout”, renunciaron a trabajar a tiempo completo hasta su jubilación.

Recomiendo “En Defensa de los Ociosos” (Stevenson, 1877), recordando que “No hay deber que infravaloremos más que el de ser felices”.