Este final de año constituye una excelente oportunidad para analizar significativas parábolas de la biblia, que nos traen buenas enseñanzas para ser aplicadas en estos tiempos de la reconciliación.
La parábola del hijo pródigo nos señala un buen camino para perdonar de corazón a quienes nos han causado un daño irreparable.
Esta parábola nos cuenta que un padre tenía dos hijos, el más joven pidió que se le diera la herencia que le correspondía. Se fue lejos, pero al poco tiempo la disipó toda, llegando a tal estado de hambruna que le tocó llenar su estómago con las sobras que dejaban los puercos.
Decidió volver a su casa paterna, implorando el perdón de su padre, diciéndole: “ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros”. Pero el padre, exclamó: “alegrémonos, porque este es mi hijo, que ha vuelto a la vida”.
El hijo mayor le reclamo a su padre: ¿por qué si yo siendo un buen hijo, que nunca traspase tus mandatos, nunca me has hecho fiesta, mientras que al pecador se le recibe con toda clase de homenajes?
El padre le respondió, “porque este tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, se había perdido y ha sido hallado”.
Podemos hacer una semejanza con ésta parábola, viendo algunos colombianos que actúan como el hermano mayor, llenos de egoísmo, de envidia, que no quieren reconciliarse con los excombatientes de las Farc.
Otros actúan como el padre con el hijo pecador. Saben que reconciliándose con los excombatientes no volverán al monte, cambiarán las balas por discursos.
Sin embargo Colombia sigue polarizada, el nobel obtenido por el presidente Santos, no le ha servido para unificar al pueblo colombiano en torno a la reconciliación.
Si Santos regaló curules a los excombatientes, ¿por qué no lo hizo con las víctimas? Pero no, es mejor criticar al Congreso, desconociendo la separación de poderes consagrada en la Constitución nacional, cuando no le satisfacen sus caprichos.
Se indignan algunos al pensar que estos excombatientes en el Congreso de la República serán llamados Padres de la Patria, mientras que las víctimas siguen ignoradas, y otros desplazados son asesinados al intentar recuperar sus tierras.
Tampoco podemos ignorar que los colombianos llevamos un corazón lleno de rencor, nunca estamos dispuestos a perdonar, nos fascina culpar a los demás. En festividades nacionales, se producen muertes violentas, sacamos a flote la venganza, no importando si es contra un hermano, esposa, padre o amigo.
Podemos concluir entonces, que hay que comenzar por el principio, es decir, actuar como el buen padre en la parábola del hijo pródigo, llenando nuestro corazón de amor, para perdonar aún a nuestro peor enemigo.
Si logramos este propósito, nuestro país encontrará la paz. Pero si continuamos por el camino del odio, nuestra sociedad se derrumbará como un castillo de naipes con sólo tocar una carta.
Hagamos un homenaje a nuestra bella Claudia Palacios, al poner en práctica el título de su libro “Perdonar lo Imperdonable”.