Pese a recibir tanto pulgar abajo, hasta minimizar su índice de popularidad, una de las adicciones de nuestro gobernante populista es armar camorra, “chuzografiar” y disparar “enter”. Ahora, sus objetivos no apuntan al centro (no al democrático) sino a la miserable clase media.
Su medio preferido no es el institucional. Contradictoriamente, pertenece a uno de los locos más ricos del planeta, quien además es partidario de la ultraderecha; igual, funge como punto de encuentro para los confundidos extremistas, pues los adeptos a un bando aparecen etiquetados como seguidores del otro.
Nuestro jefe de Estado fallido usó el camuflaje del cambio para convocarlos a luchar en las calles, e imponer unas reformas desconsideradas. Liderando con el ejemplo, desde ese moderno coliseo donde los animales políticos se embrutecen, desafió al Galán que regaló el país a un salvaje neoliberal, quien izó la socialdemocracia al revés.
Progresista, su grito de independencia fue “la desigualdad no se soluciona volviendo más pobres a los ricos”, y sugirió a su contraparte estudiar “un poco de matemáticas y lógica”, porque “si hay 3 conjuntos, ricos, (mediocres) y pobres, pero se enriquecen los pobres, ¿no aumenta la clase media?” (X, 18/9/2023).
Note que expuso ese algoritmo en la red que adoptó como alias la variable más famosa. Cansado de tanta mala ciencia y filosofía barata, elegí descansar; creí que cesaría la horrible noche, pero al despertar su hija, ‘Sofía’, desfilaba ante las Naciones Unidas con el pelo alisado, y tendencia al rubio, porque ella ya no merece lucir como “chibchombiana”.
Esa fue una pista, y como hija de tigre sale pintada, entendí que Petro era “sofista”, igual que todos los que prometieron mejorar Colombia, y terminaron entregándola peor. Me santigüé, cambié de canal y, por casualidad, terminé repitiendo El Padrecito (1964), película de un comediante famoso por los retruécanos y su cantinflesco hablar, donde descubrí que Petro no solo plagió aquello de “acabar primero con los pobres”.
Avezado, teniendo en cuenta que su cargo permanece en vagancia y vacancia, omitió que ese ruego agregaba que “si cobran más que trabajan, que cobren menos” (https://youtu.be/JVQejc8PEaA?feature=shared).
Dudo que sepa usar los Diagramas de Venn para sustentar la validez de su pensamiento crítico. De fondo, su conclusión sigue induciendo a diferenciar clases, algo incoherente con la plena equidad-igualdad que recitaba durante campaña. De forma, como ya es costumbre, las fuentes de información oficial podrían desmentirlo, pues el Dane-DNP discriminan más segmentos: “pobreza extrema, pobreza, vulnerabilidad, media y alta”.
Corolario de su arrogante y desesperada demostración, la clase media no representa una solución óptima porque está empobrecida: esa distribución normalmente está sesgada a la derecha, ignora a la cola izquierda y es propensa a incluir falsos positivos. Sorprende que cometa semejantes errores estadísticos, pues, a diferencia de Cantinflas, él se graduó como economista.
Imagino que para Petro, logia se relaciona con logicismo. Entonces, le presento una legendaria paradoja adaptada: en nuestro minúsculo pueblo -infierno grande-, hay un presunto asistencialista que juraba apoyar a los nadie, porque no se podían ayudar a sí mismos. Cuando se convirtió en alguien, ignoró que necesitaba ayuda porque no existe un presidente que solo pueda ayudar a todos los que necesitan.
Finalmente, naufragando tras remar a contracorriente, Colombia está arruinada. Si cambian a todos los que alberga y la manejan, a su constitución, institucionalidad y legislación, ¿deberíamos denominarla Nueva Colombia?
Falta sentido común y del humor para transmitir con menos fricción sus ideas, y que no sean tan fácilmente reducidas al absurdo.