POR IGNACIO SARRE | El Nuevo Siglo
Domingo, 21 de Abril de 2013

Alimento del alma

 

Juan 6, 44-51. Pascua. “Como el cuerpo es sostenido por el alimento, así nuestra alma necesita de la Eucaristía”.

 

Nadie  puede venir a mí, si el padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día. Está escrito en los profetas. Serán todos enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y aprende viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre. Yo soy el pan, bajado del cielo. Si uno come de este pan vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar es mi carne por la vida del mundo.

 

Oración introductoria

 

Señor, creo en ti. Creo que por amor te has quedado en la Eucaristía para darme el pan que me da la vida. Confío en tu planes divinos y te pido en esta oración una fe que me haga ver mucho más allá de las preocupaciones, de las tristezas, para poder caminar siempre hacia delante.

 

Meditación del Papa
 

Después de que el día anterior había dado de comer a miles de personas con solo cinco panes y dos peces. Jesús revela el significado de ese milagro, es decir, que el tiempo de las promesas se ha cumplido: Dios Padre, que con el maná había alimentado a los israelitas en el desierto, ahora lo envió a Él, el Hijo, como verdadero Pan de vida, y este pan es su carne, su vida, ofrecida en sacrificio por nosotros. Se trata, por lo tanto, de acogerlo con fe, no escandalizándose de su humanidad; y de lo que se trata es de "comer su carne y beber su sangre", para tener en sí mismo la plenitud de la vida. (…) Y redescubramos la belleza del sacramento de la Eucaristía, que expresa toda la humildad y la santidad de Dios: el hacerse pequeño, Dios se hace pequeño, fragmento del universo para reconciliar a todos en su amor. La Virgen María, que dio al mundo el Pan de la vida, nos enseñe a vivir siempre en profunda unión con Él. (Benedicto XVI, 19 de agosto de 2012).

Reflexión 
Tenemos hambre, hambre de Dios. Necesitamos el pan de vida eterna. Quizás hemos probado otros banquetes y hemos descubierto que no sacian nuestro deseo plenamente. Pero Cristo se revela como el alimento que necesitamos, el único que puede colmar nuestras necesidades y darnos la fuerza para el camino. 
El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que en la comunión recibimos el pan del cielo y el cáliz de la salvación, el Cuerpo y la Sangre de Cristo que se entregó para la vida del mundo (cfr. CIC 1355). 
Es pan de vida eterna, según su promesa: que todo el que ve al Hijo y cree en Él tenga la vida eterna. Quien vive sostenido por la Eucaristía crece progresivamente en unión con Dios, y viéndole en este mundo bajo el velo de las especies del pan y el vino, nos preparamos para contemplarle cara a cara en la vida futura. Fuente: Catholic.net