POR MONS. LIBARDO RAMÍREZ GÓMEZ* | El Nuevo Siglo
Domingo, 29 de Noviembre de 2015

Estremece  el ánimo solo recordar el momento de haber conocido la noticia de hechos horrendos. “Terroristas estrellan avión contra torres gemelas en Nueva York”; “Cae asesinado el líder popular Jorge Eliécer Gaitán”, y, así noticias similares sobre personalidades como el presidente John F. Kennedy, Luis Carlos Galán Sarmiento; Álvaro Gómez Hurtado;  “Subversivos del M-19 se toman a sangre y fuego el Palacio de Justicia”; “Masacre por las Farc  a decenas de personas en Tacueyó”  (Cauca); “Arrasado  Armero, y miles de personas muertas por aluvión provocado por erupción del volcán Ruiz”; “Ciento veintinueve muertos en el Teatro Bataclán, en el centro de París”. Son apenas unos pocos, entre los millares de hechos horrendos, cuya solo noticia nos ha estremecido.

Pero no basta recordar  hechos y sentirnos de nuevo conmovidos. Es preciso ir a la raíz de ellos, ver si pudieron evitarse, qué medidas tomar para que no se den de nuevo, qué lecciones concretas dejan para convertirlos en ocasión de superación. Los acontecidos por fenómenos naturales son prácticamente imposibles de prever. Pero están, otros hechos que se han gestado en mentes y corazones inexplicablemente pervertidos por intereses personales o de grupos enceguecidos, que piensan  que por ideales políticos o religiosos pueden justificarlos, y hasta ostentarlos con orgullo. No faltan quienes, por falsa idea de Dios y de su querer, llegan a ofrecerle a Él sacrificarse como venganza suya sobre sus enemigos, e inmolación propia como algo heroico.

Buscando el origen de esos hechos, en busca de cómo afrontar desenfocados ideales, cabe recordar cuanto el Maestro divino expresó: “No es lo que entra en la boca lo que contamina al hombre, sino lo que sale de la boca… porque lo que sale de la boca viene de dentro del corazón” (Mt 15, 18). Las acciones buenas o malas brotan de lo que se haya sembrado en mente y corazón. Cuando, por envanecida ciencia  se lavan los cerebros,  se cultiva falsa idea de Dios  y se siembran ideas de odio o se exaltan los desbordamientos sexuales, eso anida en el corazón, y es allí, en donde,  ya sin percibir la verdadera sabiduría que viene de lo Alto, se cultivan aquellos ideales de muerte que impulsan a las más horrendas acciones. Conseguida esa deformación del querer divino, o prescindiendo de sus planes,  vienen todos esos hechos estremecedores.

Situados los humanos de espaldas a esas grandes ideas, que están en la mente humana, sembradas por Jesús y demás maestros de fe en el mundo, erradicándolas  de mentes y corazones para que aniden otras contrarias, aparecen los más desastrosos frutos. Dejando a los seres humanos bajo sus solos instintos, dándoles educación sexual  con ausencia de valores superiores, despertando lo solo instintivo, privándoles de conocer la virtud que lleva a hermosos planos superiores, es llevarlos a aquellos tremendos desvíos.

Pero hay otras graves situaciones, que llevan, ciertamente, a horrendos hechos, y son esas corrientes que se presentan como “avances”, que hoy por hoy corroen las mentes y desquician principios de indispensable estabilidad  para el linaje humano. Por los magnicidios y holocaustos humanos, y atentados contra animales y plantas, hay gritos de dolor, pero con qué frescura se autoriza matar millares de niños en el vientre materno, y, tan obstinadamente, se lucha por menoscabar la dignidad de los hogares formados según las leyes naturales, con acogida de aparejamientos antinaturales presentándolos a la par, y aún como superiores a aquellos.

Si se abren esas nefastas brechas, no nos extrañemos de las barbaries que lamentamos. Reconocer los desvíos  de mentes y de corazones, formar, en cambio, a los humanos, en correctos ideales, y no querer arreglarlo todo  con solo represiones y venganzas,  así si  evitaremos nuevos y horrendos desastres.

monlibardoramirez@hotmail.com

 *Expresidente Tribunal Ecco. Nal. Obispo emérito de Garzón