Hace un año, cuando empezaban a morir los primeros habitantes del planeta a causa de una “gripita”, como la denominaron despabilados dirigentes acostumbrados a engañar a sus pueblos para salvar su prestigio y ganar elecciones, hubo gente pensante que vio lo que venía.
El gran periodista colombiano, Silverio Gómez, salido milagrosamente del ya amenazante coronavirus, escribió y advirtió que este mundo no sería igual después de la amenazante pandemia.
Con gran velocidad, el mal de siglo XXI, mostraba sus garras y se apoderaba de la vida de nuestros semejantes, sin miramiento alguno. La economía del planeta se movía peligrosamente hacia la crisis. El PIB de todos los países se desplomaba por el desempleo, la caída del consumo, de la producción y demás fenómenos. Gentes y dirigentes pensantes, como el secretario la Comunidad Andina, Jorge Hernando Pedraza, advirtieron sobre la hambruna que ya se observaba y empezaron a trabajar en ello. No hubo mucho acompañamiento de quienes tenían en sus manos la conducción del mundo. Empezando por Trump, aplicaron frivolidad al tema, buscando ganar imagen y elecciones. Otros vieron pasar los días, con sus noches desinformando a su gente.
Cada 24 horas se agudizaba la situación, más no la preocupación. Lo único que se multiplicaba era el inmenso grupo de consejeros y asesores que ensayaban lo que no estaba inventado y no inventado. Desde mayo, países como Chile, tomaron la cosa en serio, mientras otras naciones, como Colombia, creían que con lábiles programas vespertinos de televisión, iban a “asustar” al ya imbatible covid-19, cuyas víctimas, eran sepultadas en ataúdes de cartón.
En nuestro medio, la frivolidad nos arropó. Escaseó la planeación certera y adecuada. Nadie sabe en qué se entretuvieron los miembros de los flamantes “comandos centrales”, mesas de trabajo y organismos encargados del asunto. La aparición de las primeras vacunas no movió la aguja a la pléyade de estorbos humanos que rodean al Presidente. Todo se nos atrasó en el mayor oscurantismo.
No hubo, ni ha habido planeación. Ni en la compra de vacunas, ni en el ejército de vacunadores que necesitábamos, menos en la atención económica a la empobrecida y desnutrida población, mientras el personal médico no recibe salario. Muchos consideran que esta emergencia “le quedó grande al gobierno y a la legión de asesores, hecho contrario a la solidaridad que florece y se multiplica entre la cada vez más diezmada población sobreviviente”.
Los anunciados apoyos gubernamentales se han quedado en publicidad engañosa, mientras el “monstruo” de una reforma tributaria estilo Carrasquilla, saquea minuto a minuto la poca tranquilidad de los colombianos. Solo los “innombrables” de Margarita Rosa, pueden oxigenarse a sus anchas, fuera de los respiradores de las UCI, mientras el 70% de nuestra población experimenta asfixia, soporta el covid y la total desnutrición.
BLANCO: Solo con renta mínima o auxilio de emergencia podrán sobrevivir los colombianos.
NEGRO: La nefasta fábula de Zapateiro sobre las víboras y las iguanas. Y nada ha pasado.