A propósito de las elecciones presidenciales de los Estados Unidos y la evidente polarización de la política a nivel continental, cabe sugerir no salirse de sus cabales ni permitir que lo seduzcan las emociones de esta contienda y sus repercusiones a nivel nacional; con mayor razón, cuando en un hecho fuera de lo convencional, se pretendió atemorizar las masas de inmigrantes con el tema del "progresismo" en Latinoamérica utilizado en el discurso de Trump.
Disentir es un derecho consagrado en nuestra Constitución Nacional, considerado además, como una de las bondades de la Democracia Participativa, a partir de 1991.
Derecho que ejerce la oposición al Gobierno, como igualmente lo hacen los voceros de este para desestimar los planteamientos de aquellos. Unos por la justicia social y la equidad, otros, por la economía de mercado y sus privilegios.
Según dicen, cada uno con inspiraciones distintas, uno en el mismo Donald Trump y otro en el Socialismo, el Foro de São Paulo (1990), el “Grupo de Puebla” (2019) y/ o en el "castrochavismo".
Modelos uno y otro atestados de carencias, corrupción e ineficiencias, cuando en esencia lo que se necesita es ser más incluyente y democrático para buscar el bienestar general y vivir en paz.
Dos modelos, dos, estilos y dos formas de ver las cosas que distan uno de otro pero que podrían llegar, si se lo proponen, a soluciones concertadas. Sin embargo, desafortunadamente, en el teatro de los acontecimientos, los dos se ofrecen como protagonistas únicos de un espectáculo dramático, donde todos sus capítulos representan un conflicto social de nunca acabar, y donde están representados supuestamente los buenos y los malos, los privilegiados y los desposeídos.
Donde cada quién interpreta el libreto a su manera, pero encubre su ambición, desconfianza, agresividad, deslegitimación de la justicia, fanatismo, impunidad y violencia.
Así sean muchas las razones para protestar, la más importante es la inequidad reflejada en una población con necesidades básicas insatisfechas, la misma de todas las naciones envueltas en protestas semejantes, sin solución.
Es hora entonces, de adelantar un análisis juicioso que interprete el clamor ciudadano y pase de la protesta a la propuesta.
El reto está en conocer hacia a dónde va el mundo y con él, definir el papel a jugar en esa perspectiva.
No hostigar más con medidas impopulares e injustas; más bien combatir la corrupción y rectificar los errores.
Elegir gobernantes con carácter y buen juicio, sin amarres ni coyundas, dispuestos a resolver la problemática social sin irse a los extremos radicalizados por la ambición desaforada de poder.
Porque más nos vale conservar la tradición democrática y llevar a cabo los ajustes a que haya lugar, antes que otros vengan con el cuento de hacerlo por nosotros.
O cambiamos o nos cambian.
Ceder un poco a tantos privilegios y procurar el bien común.
Sin infundir miedo, odio ni pánico como estrategia para gobernar.
"El poder lo tendrá quien se gane la confianza de la gente": Joseph Pulitzer