RAFAEL DE BRIGARD, PBRO. | El Nuevo Siglo
Domingo, 12 de Febrero de 2012

La moral, único tema censurado

 

Si alguien quiere someterse hoy día al escarnio público, basta con que hable, opine o escriba sobre moral. Y lo más impresionante es que dicha censura viene sobre todo de los demás escritores de prensa, conversadores de la radio, panelistas de la televisión. No son los gobiernos ni los gremios los que censuran. Ni siquiera los malhechores. No. Son en general los que claman por una libertad absoluta de opinión quienes suelen caer como hienas sobre quienes se atrevan siquiera a enarbolar la reflexión moral. Esto dice mucho de ellos mismos y sobre todo de los temores que los acompañan en lo profundo de su alma.

Me sospecho que a los censores de los medios les parece que cualquier referencia a la moral les huele a que ya les viene una imposición externa que ellos se niegan a aceptar porque se sienten su propia ley, la ley de la vida y la tienen por intocable. Además, en el fondo son buenos voceros de una cultura que reposa sobre la idea de que todo el mundo tiene derecho a volarse de vez en cuando los principios morales y que nadie tiene por qué meter las narices allí, no obstante los desastres que causa el comportamiento inmoral. Lógicamente que estos censores no aplican la misma regla cuando de la falla de un opositor se trata, a quien le enrostrarán sus pecados desde el día mismo en que nació y se los recordarán también el día de su entierro.

Pese a todo lo anterior hay que luchar para que el debate claramente moral vuelva a ponerse sobre las mesas de discusión pública y también privada. Tal vez una muy mal entendida tolerancia ha terminado por arrinconarnos y nos ha llevado a aceptar lo inaceptable. Pues hay que reaccionar.

Cómo será de acuciante el tema que hasta el mismo ministro del Interior, señor Vargas Lleras, ha debido decir que no todo lo legal es ético o moral. Buen ejemplo de cómo a un buen andamiaje social, legal, político, le hará falta siempre un sustento moral o de lo contrario puede tratarse de un gran montaje de injusticia, tropelías y robos bajo la suave fachada de la legalidad.

Y sí, es muy posible que la conversación o disertación moral desemboque en el tema de las leyes divinas y de un ser llamado Dios y de un modelo de vida llamado Cristo. Quizás allí está el punto de convergencia que también la censura nos ha ocultado deliberadamente.