RAFAEL DE BRIGARD, PBRO. | El Nuevo Siglo
Domingo, 21 de Abril de 2013

Estado civil: desequilibrado

 

En  alguna ocasión le preguntaron a Jesús si para salvar el trigo del acoso de la cizaña se podía arrancar esta última, a lo cual respondió que no porque se podría también dañar el trigo. Respuesta realista y equilibrada. Realista porque siempre existe la probabilidad de que queriendo curar males se causen otros mayores. Equilibrada, porque no desconoce que bien y mal estarán de vecinos hasta el día de la siega. El barullo en que vivimos a diario refleja un estado civil -de la sociedad o quizás de unos pocos de sus miembros- de desequilibrio en el cual se quiere hacer desaparecer del mapa a personas o grupos de personas por buenas o por malas.

Esa ha sido una constante de nuestra historia: unos u otros luchan para que ojalá desaparezca el que es diferente, el que piensa distinto, el que hace las cosas de otra manera, el que tiene alguna creencia o el que no la tiene. Hablamos mucho de tolerancia, pero lo que tenemos es una rabia contenida porque el mundo no es uniforme ni en blanco y negro, sino lleno de colores varios y grises de diversa tonalidad. Y no se piense que es un problema solo de las mayorías, sino muy protuberantemente de no pocas minorías que quisieran subyugar sin más a multitudes enteras y darles a comer de su propia receta.

El desequilibrio constante en que vivimos hace que se pierda de vista la ecuanimidad y la ponderación. A veces las mayorías no sienten lo que va por dentro del corazón de las minorías. Y éstas con frecuencia no perciben la desproporción de sus aspiraciones y quieren que el mundo cambie por una situación particular. Hoy día suele dar cierto pergamino el pensar, hablar y comportarse como desequilibrado, pero realmente lo que esto genera es una gran molestia en muchas personas y no sabe uno si también violencias impredecibles. Esta situación es un fruto típico de la famosa postmodernidad, tan llena de emociones y tan pobre en raciocinios. Por eso el desequilibrio se nutre de la fuerza, la histeria colectiva, la manipulación y quizás también la amenaza. Los amantes del equilibrio sienten hoy más que nunca que caminan por una cuerda que es agitada por toda clase de vientos huracanados. Pese a todo, sienten que la mejor opción sigue siendo la estabilidad. Lo demás es salto al vacío.