RAFAEL DE BRIGARD, PBRO. | El Nuevo Siglo
Domingo, 7 de Julio de 2013

Signos de cansancio

 

Algo  hay hoy día en el ambiente que hace que mucha gente, aparentemente en su mejor momento vital, sienta un cansancio un poco extraño, pero siempre desalentador. Y lo sienten personas que, vistas desde fuera, darían la impresión de “tenerlo todo”, de estar en posiciones inmejorables, de haber sido exitosas. Lo sienten, ese cansancio, personas de todo estilo, ocupación y tarea.  Y al lado de esta situación del ánimo, se da también como el deseo de hacer cosas diferentes, de buscarle otra cara a la vida, con frecuencia de llegar a sentirse realmente dueño de la propia vida.

En alguna ocasión Jesús, puesto ante el tentador, respondió diciendo que no solo de pan vive el hombre. Y tal vez la búsqueda de respuesta o de explicación a la inquietante sensación tenga que ver con una especie de rebeldía al sistema de vida que se nos ha impuesto inconsultamente a la mayoría de la gente, si no es que a toda. Es un sistema que nos ha puesto solo a producir pan, el cual muy bien puede representar el dinero, el prestigio, el éxito, el insaciable poder, una tal cosa llamada gozar la vida, etc. Pero casi siempre al amanecer el hombre y la mujer de estos tiempos sienten que están vacíos y que en muchas ocasiones su exceso de bienestar no se compadece con la situación de penuria de multitudes de prójimos.

Los signos de cansancio pueden ser, a la larga, una buena señal, porque tienen el poder de suscitar la inquietud espiritual y de provocar preguntas sobre el sentido de la vida y lo que debe ocupar en verdad el tránsito, siempre corto, por este mundo. Y, sin dejar de producir el pan necesario para que todos vivamos decentemente, la verdad es que a partir del cansancio existencial se pueden generar nuevos proyectos, nuevas formas de ver y, sobre todo, de vivir la vida. Sospecho que la exorcizada del agotamiento pasará por voltear la mirada hacia los demás y en concreto hacia la gente más necesitada y por un extender corazón y manos hacia ella, para recibir como un retorno fabuloso mil sentimientos de la más pura humanidad y del más claro talante espiritual. Es exactamente lo que “el sistema” no puede dar y acaso ni siquiera está interesado en otorgar. Quizás el cansancio vital de muchos se pueda solucionar abriendo una puerta que siempre ha estado cerrada y que da al patio de la gente, al de Dios,  y no al de las cosas. Hay que ensayar.