RAFAEL DE BRIGARD, PBRO. | El Nuevo Siglo
Domingo, 19 de Febrero de 2012

Terminar bachillerato para…

 

 

Recorriendo la carretera entre Villavicencio y Puerto López, en el Meta, sobre un asfalto perfecto, rodeado de unos paisajes únicos por su belleza y traspasado una y otra vez por enormes carrotanques que llevaban petróleo, decidí internarme por una carretera veredal, hasta donde se pudiera andar. A los pocos metros de entrar allí, dos niñas me pidieron llevarlas hasta su caserío y subieron al automóvil. “¿Qué hacen ustedes?” les pregunté. “Nada” me respondieron sin titubeos. “Terminamos bachillerato y no tenemos nada que hacer ni plata para irnos a estudiar a ninguna parte”, añadieron lacónicamente. “¿Y sus familias qué hacen?”, “Viven de buscar trabajo”, fue su respuesta clara y concisa. Luego se rieron durante 10 kilómetros, mientras yo me preguntaba de qué se reirían.

Aunque para miles de jóvenes en Colombia la situación al terminar bachillerato ha mejorado enormemente, todavía quedan otros tantos que el día del grado, detrás de sonrisas y pergaminos, esconden un miedo grande y es el que les produce el pensar para qué hicieron 12 años de colegio si no tienen cómo seguir estudiando. Todo ese tiempo de academia para terminar sirviendo almuerzos en una cafetería, asear pisos en un terminal, servir de mensajero, vender minutos, etc., es realmente muy frustrante. Además, se dan cuenta rápidamente de la forma como la falta de estudios superiores va encerrando la vida dentro de unos límites muy estrechos y hasta va marginando socialmente.

No es un problema fácil de resolver para nadie. Pero hay que seguir atendiéndolo con decisión. Sería un gran golpe a la pobreza, por ejemplo, que el Gobierno, con las ganancias fabulosas de una empresa de todos como es Ecopetrol, decidiera dedicar inmensa parte de estas a resolver este embudo que sigue teniendo el pico muy estrecho. Porque es en gran parte un problema de dinero. Pero ya veo a los camorreros pidiendo más plata para La interminable, como se llama nuestra guerra y al Gobierno girando con alegría para tanques, aviones y bombas. Y, al mismo tiempo, el ejecutivo debería hacer propuestas de inmenso alcance a los más ricos para que le apunten a atender con sentido social la educación superior. Un propósito de estos con carácter general, casi que obligatorio, pondría en pocos años al país en otro estado de cosas.

Aunque el país está inundado de universidades llamadas de garaje, al menos allí muchos están encontrando realización, así no sea perfecta. Que no se ataque a quienes están en la educación y que más bien se les ayude a hacer las cosas con calidad y a muchos otros incentivarlos para abrir más plazas. Menos cuarteles y más aulas.