RAFAEL DE BRIGARD, PBRO. | El Nuevo Siglo
Domingo, 17 de Agosto de 2014

Quitarse la vida

 

Todo  lo que tiene que ver con el suicidio es asombroso y misterioso. Por ejemplo, las estadísticas mundiales indican que este hecho es mucho, pero mucho más abundante, en sociedades donde la gente “lo tiene todo”. En Alemania pueden darse hoy día más de 10.000 suicidios al año. No sé si en Colombia hay cifras discriminadas sobre aquellos que se suicidan, pero es cierto que entre las clases acomodadas, y entre ellas los jóvenes, el quitarse la vida ha venido en aumento. Surge la pregunta acerca de dónde aparece la línea a partir de la cual nace el sinsentido de vivir, lógicamente sabiendo que las causas pueden variar enormemente.

Los estudiosos de las sociedades opulentas han encontrado que hay factores que pudieran tener especial peso en la decisión de quitarse la vida. Por ejemplo, han hecho notar que en aquellas sociedades la soledad ha tocado la vida de muchas personas de una forma impresionante y casi que irremediable. En parte, el origen de dicha soledad se sitúa en el modelo social que ha deshecho la familia, que expulsa los hijos de la casa, que consigna los ancianos al frío cuidado del Estado o las instituciones. También han encontrado que las sociedades sin religión y por tanto las personas sin fe, son claramente más vulnerables en todo sentido, incluyendo a la agresión contra sí mismas.

Otros factores que influyen en las sociedades ricas pueden ser el desempleo, la pérdida del hogar, el sentirse inútil en medio de una comunidad en la que ser productivo parece ser la única carta de presentación bien vista.

Un tema para tomar atenta nota entre nosotros pues vivimos deslumbrados con llegar a ser ricos, opulentos, a “tenerlo todo”, a ser como … No todo lo que brilla es sinónimo de vida. Al mismo tiempo, tema para darnos cuenta de unos valores muy importantes que tiene nuestra sociedad y que no deberíamos descuidar: el matrimonio, la familia, la red de amigos, el sentido de solidaridad, la fe religiosa.

Los que escriben para estar a la moda, suelen despotricar contra estos valores y los califican como propios de sociedades primitivas, quedadas en el tiempo. A veces esas opiniones no son más que proyección de las propias soledades y sinsentidos que agobian. Todo el que tenga un matrimonio, una familia, unos amigos, una relación con Dios, unos pobres para ayudar, sienta que es la persona más viva y feliz del mundo, “sea rico o pobre, tendrá contento el corazón”, es lo que afirma el libro del Eclesiástico.