RAFAEL DE BRIGARD, PBRO. | El Nuevo Siglo
Domingo, 15 de Enero de 2012

Le preocupa al Papa

Hace  unos pocos días el Santo Padre se encontró con todo el cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, que representa algo más de 170 naciones, y le dirigió un discurso en el cual reflejó sus grandes preocupaciones. Más o menos son las siguientes: la forma como el hombre se separa hoy cada día más de su Creador, la crisis económica mundial por ser una crisis de ética, el malestar de los jóvenes en todo el mundo, los atropellos a la vida y dignidad de las personas, la relativización de la estructura familiar fundada sobre el matrimonio de hombre y mujer, los atropellos crecientes contra la libertad religiosa y la ecología. En suma, desvela al Pontífice romano el estado de desorientación en el que camina el ser humano contemporáneo.
Este discurso tiene dos aspectos llamativos. Uno, la sinceridad y valentía de Benedicto XVI para hablar de los temas ante los representantes de muchas naciones que en uno o en más o en todos los aspectos abordados piensan exactamente lo contrario de lo expresado por él. Sin embargo, sus gobiernos creen importante tener un asiento en la sede romana. El Papa podría haber pronunciado un discurso “diplomático” lleno de verdades a medias o incluso con mentiras para contentar al auditorio, pero no. Dos, la claridad que tiene el Papa acerca de la situación de la humanidad actualmente. No parece alguien que habite en las nubes ni en la estratosfera, sino todo lo contrario, un conocedor realista de cómo están las cosas hoy día para el hombre y la mujer.
Voz de profeta, ese es el carácter de este discurso. Un profeta no trabaja para el rating ni para conseguir los aplausos de la tribuna. Ni siquiera para los buenos titulares de prensa. Trabaja para Dios y para la verdad. No suelen tener mucho eco palabras de esta naturaleza hoy día, en apariencia. Sin embargo, por alguna razón, más allá de la política, tienen casi todos los países un representante ante el Obispo de Roma. Algo intuirán sobre la autoridad que la Santa Sede tiene ante el mundo entero, inclusive ante personas de otras religiones diferentes al catolicismo. Acaso descubran que el servicio fundamental del hombre vestido de blanco sea el de proteger la verdad, proclamarla a los cuatro vientos y ser voz de millones de seres humanos que apenas sí son tenidos en cuenta en tantos sistemas en boga, de todo orden, que los aplastan sin misericordia. Preocupaciones del Papa, angustias de la mayoría.