RAFAEL NIETO NAVIA | El Nuevo Siglo
Martes, 13 de Diciembre de 2011

 

La ciudad colapsó

 

La colonia fundada por don Gonzalo Jiménez de Quesada, enclavada en el corazón de los Andes en el centro de Colombia, la vieja Atenas Suramericana, sufre hoy la peor crisis de su historia como ciudad. Ciertamente ha decuplicado su población en los últimos sesenta años, mayormente por la inmigración, porque los nacidos aquí de padres bogotanos son una minoría y los alcaldes bogotanos en las últimas décadas son muy pocos.

El “bogotazo” acabó con parte importante del viejo centro y desde entonces ha habido una larga sucesión de alcaldes, unos mejores que otros, pero solamente Peñalosa sobresale. Con sus defectos y sus excesos por supuesto, pero logró que la gente viera cómo la ciudad cambiaba para bien y mejoraba la movilidad, el aseo y la situación de los pobres. Luego, tres gobiernos desastrosos, dos del Polo y uno del diletante Mockus acabaron con su obra a base de demagogia. Y ahora se nos avecina Petro. Ya vimos que basta que abra la boca para que la ciudad y sus habitantes pierdan billones de pesos.

La ciudad está hecha una porquería y nadie vigila que se barra y se limpie, aunque se pagan millones por eso. Nadie se ha preocupado del negocio del reciclaje moderno, a menos que sea para ver si sacan a golpes a los recicladores pobres. Un negocio billonario gira alrededor del relleno Doña Juana, un sistema contaminante y antiecológico que en Europa no existe hace décadas.

El mobiliario y los espacios públicos están deteriorados. Los andenes son un peligro: basta ir a la Pepe Sierra donde se han gastado ingentes cantidades y no se puede caminar. ¿Por qué no se obliga a los edificios y a los comercios a arreglarlos? Respuesta: porque así no hay manera de hacer serrucho. Y lo que queda de andenes está ocupado por vendedores ambulantes.

La seguridad ¡para qué decirlo otra vez! no existe. Dicen… eso dicen… que hay unos pocos muertos menos por año, pero a todo el mundo lo roban y lo asaltan.

El tráfico, con o sin pico y placa, es un caos total. La gente se queja, con razón, de gastar dos horas en recorrer treinta cuadras (a mí me ocurrió y a mediodía, no a hora pico). Y la propuesta no es mejorar las vías -hasta las arterias principales están rotas con troneras- sino poner peajes, como si esto fuera Londres.

El TransMilenio se deteriora cada día y el alcalde y los Nule terminan en la cárcel. ¿Pensar en una obra importante (autopista urbana, tranvías, por ejemplo)? ¡Ni pensarlo! Falta grandeza y se improvisa.

Al ciudadano ¿quién lo defiende? Ni el Chapulín Colorado. Esto es el acabose.

Coda. Se preocupa Pablo Victoria en un artículo de El Tiempo sobre los ataques del columnista Collazos y una tal Sandra Mazo contra el Procurador por ser católico. Me sorprende que todavía lea a Collazos. Yo hace años que no. Y, ¿por qué no dejar el juicio sobre ellos al Juez Supremo?