La manera natural en que funciona la vida es a través de redes, que se auto-organizan y permiten el flujo de la existencia en forma continua. Por ejemplo, existen redes de árboles que se conectan unos con otros en la selva, que interactúan, se nutren y protegen, como ya lo va descubriendo la biología contemporánea, a través de investigaciones pioneras en su campo. En red también se desarrollan las dinámicas animales: las formaciones en V de las aves migratorias nos permiten reconocer que no hay jerarquías sino una circularidad que se renueva constantemente, pues el pájaro que lidera la bandada se pone en la parte de atrás cuando termina su ciclo de liderazgo. Lo mismo ocurre con las manadas de lobos o los grupos de ballenas que migran desde los polos hacia el trópico. Es la sabiduría de la naturaleza, que los seres humanos hemos tardado en descubrir y mucho más en aplicar.
Las redes se basan en la colaboración, no en la competencia. Paulatinamente vamos teniendo mayor consciencia sobre la importancia de construir dinámicas solidarias a partir de redes. El concepto fue primero introducido por la cibernética, y empezamos a escuchar términos como nodos y multiconectividad, que no aplican solo en el campo de las telecomunicaciones sino que podemos utilizar en la vida cotidiana a través de liderazgos rotativos, labores cooperativas, dinámicas que aprovechan la fuerza del amor y el amor como fuerza. Las redes son cálices que contienen, abrazan y nutren, desde sus estructuras orgánicas que permiten el flujo natural de los procesos. Pero, pasar a este tipo de movimientos complejos nos cuesta mucho esfuerzo, pues estamos acostumbrados a las jerarquías, las órdenes descendentes y las obediencias ascendentes, donde quienes tienen el poder no están dispuestos a soltarlo: pasa con los politiqueros aferrados a sus curules durante lustros, los directivos sindicales que también, las estructuras militares y religiosas, las organizaciones tradicionales, sean del sistema financiero, el educativo o el político.
Es por ello que el tema de las transformaciones sociales no se trata de cambiar de color de bandera o de virar de un lado del espectro político al otro, pues el funcionamiento lineal y jerárquico es el mismo, solo que con diferente empaque. Las verdaderas transformaciones sociales las habremos de construir desde otro paradigma, que reconozca la complejidad de la vida, abrace la incertidumbre y propenda por el trabajo en redes. Para salir de los enredos en los que estamos, tanto personales como sociopolíticos y económicos, necesitamos enredarnos conscientemente, desde dinámicas de auto-cuidado, cuidado y co-cuidado que valoren la importancia de las redes y las múltiples interacciones que allí se den. Las verdaderas transformaciones surgirán desde un salto cuántico de la consciencia. Me perdonarán o no, pero el resto es carreta.