Relaciones en honra | El Nuevo Siglo
Sábado, 18 de Noviembre de 2023

La evolución está lejos de ser un asunto individual.  Por el contrario, es un tema colectivo, que nos implica a todos los seres humanos, en unidad.

En la Modernidad, con Descartes a la cabeza, aprendimos que existimos porque pensamos.  Esa visión, que en su momento fue revolucionaria, en los tiempos que corren es absolutamente insuficiente, porque deja de lado otras dimensiones fundamentales de la experiencia humana, necesarias para nuestro desarrollo personal y como especie: nuestras emociones, nuestra biología y nuestra espiritualidad.  Si continuamos en el pensamiento moderno nos seguimos echando tijera, recortándonos para encajar en un mundo que nos quiere remplazar con “inteligencia” artificial.

Hoy podemos comprender, gracias a las ciencias de la Complejidad, que existimos porque nos relacionamos: es en las relaciones donde nos hacemos humanos, donde aprendemos unos con otros, donde nos hermanamos en las interacciones.  Para evolucionar es preciso que cumplamos con unos requisitos mínimos, que tienen que ver con el Amor como fuerza, pues la trampa está en que sigamos interactuando de formas en que no nos honramos: no ocupamos nuestro lugar y, por ende, no podemos dar el lugar que les corresponde a los otros.  Sin embargo, podemos avanzar desde esas relaciones en las que no nos hemos honrado. ¿Cómo? Reconociendo nuestros errores, pidiendo perdón y reparando, cuando sea el caso.

Cuando no hemos honrado a los demás aún es posible dar el lugar, con plena consciencia. Para esto nos ayudan bastante las Configuraciones Sistémicas, desde las cuales podemos emprender acciones para recuperar el balance entre el dar y el recibir, incluir si hemos excluido, inclinarnos ante la divinidad del otro y aceptar que en todo lo que ha ocurrido –y en la manera en que ha sucedido– tenemos grandes oportunidades para aprender.  Habrá relaciones que no continúen, pero si han de cerrarse será de forma sana, en total honra.

Si nuestras relaciones ya se desarrollan teniendo como base el Amor-Fuerza, siempre podemos verificar cómo se da la honra: ¿ocupo mi lugar y des doy su lugar a los demás? ¿Actúo, hablo y siento con belleza, verdad y bondad? Como no somos perfectos, en algo de ello podremos equivocarnos.  Las relaciones son el maravilloso campo fértil para aprender y ser cada vez más amorosos con nosotros mismos y con los otros.  Es preciso que tengamos mucho cuidado con la pasión, esa que se exalta y se quiere elevar a la categoría de amor, pero que solo nos lleva a la separación y al sufrimiento.  ¡Necesitamos menos relaciones apasionadas y más relaciones amorosas!

Creo firmemente que en este empeño no podemos solos: necesitamos la guía divina para ser capaces de identificar, integrar y trascender nuestros egos.  Podemos dejar de relacionarnos apasionadamente y hacerlo amorosamente. ¡Hagámoslo!

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