“La vida es corta, pero la juventud más efímera”
Los profesionales jóvenes en las empresas, el Gobierno y la política representan la renovación y el cambio. Su formación y conocimientos corresponden a los últimos adelantos en investigación y desarrollo tecnológico, junto a su audaz desenvolvimiento en un mundo globalizado en el que tienden a desempeñarse a sus anchas, gracias a su habilidad cibernética, al dominio de los idiomas y al manejo de sus relaciones internacionales a través de las redes sociales, etcétera.
Sin embargo, los años por si solos no necesariamente representan la única condición para alcanzar el éxito, sean muchos o pocos. Es la serenidad y profundidad de sus planteamientos, la capacidad para tomar decisiones y tantos más requisitos que deben acreditarse para ejercer con competencia un determinado oficio.
Los jóvenes son por naturaleza impetuosos e impulsivos, irónicos e irreverentes.
No obstante, es así como su afán de protagonismo y ambición, entre otros factores, son la explicación de las conquistas de los grandes imperios.
No los amedrenta el riesgo, son desafiantes e insolentes. Es la dinámica de la vida.
Se pregona que “(...) la rebeldía es un rasgo de inmadurez, pero esta puede alcanzar la categoría de virtud”.
Esa rebeldía “progresiva” de quien sabe soportar el peso de la realidad, pero no de la injusticia; de quien acepta las reglas pero las discute para mejorarlas, es la que refiere G. Castillo, profesor de la Universidad de Navarra.
Lo que no está bien son los desaires a los de mayor edad, simplemente por ser de otra época.
No puede olvidarse que fueron ellos quienes sembraron y construyeron los cimientos para que los jóvenes obtuviesen lo que ahora es su propia realidad.
En ese orden de ideas, los adultos merecen respeto, buen trato, amables relaciones, paciencia y comprensión.
No cabe la grosería ni el sarcasmo ante la mesura y la sabiduría que les proporciona el tiempo.
Aún así, hay que señalar que la vida es corta, pero la juventud es todavía más efímera.
Y si bien es cierto el relevo es apenas obvio en la curva de la vida, tanto en la familia, en la sociedad, en las empresas, en la política y otras instancias, no está bien asumirlo con irreverencia, como un derecho, desconociendo aspectos de elemental compostura para con quienes es justo reconocerles su desempeño y el fruto de su esfuerzo y de su trabajo mientras estuvieron vigentes.
El valor de salvamento, al igual que un bien mueble o inmueble, no es posible aplicarlo en las personas; estas pueden continuar siendo útiles por varios años con su asesoría y sus consejos; si es que no al menos por su memoria histórica y su condición humana.
Quien no se ocupe de consultar la realidad y no estudie permanentemente, se arriesga a desactualizarse, como en política: lo que no haga uno vendrá otro a hacerlo por él.
Entre tanto, y a pesar todo, la condición biológica y la ley de la naturaleza son inexorables.