La fuerza pública de Colombia, compuesta por Fuerzas Militares y Policía Nacional, se rige bajo protocolos y formalidades muy exigentes. Estas normas, basadas en buenas costumbres, respeto, compromiso y vocación, permiten a las instituciones cumplir con sus misiones de defensa nacional y conservación del orden público interno, aunque sus funciones sean diferentes. En situaciones especiales se complementan y apoyan mutuamente.
Estas fuerzas han logrado avances generosos sustentando tradicionalmente su desarrollo y progreso en la disciplina y reglamentos que fijan usos y costumbres específicos. Dentro de estas formalidades, el orden jerárquico y el escalafón son referentes inamovibles que generan obediencia y observancia de la antigüedad como norte del profesionalismo y sostén de las carreras militar y policial, Las relaciones interpersonales en estos cuerpos están tuteladas por el respeto, la subordinación y el acato.
La ciudadanía en general desconoce este régimen tan personal, especial y privativo, que es la fortaleza de estas instituciones; sin embargo, mantiene una prudente admiración por el sacrificio, dedicación y profesionalismo de estos hombres y mujeres que dejaron de lado comodidades y familias, para servir a la patria y sus conciudadanos. Este sentimiento de agradecimiento reverencial hacia los miembros de la fuerza pública es plausible y necesario para la cohesión social y el respeto por la ley que representan.
Es por todo lo anterior que las autoridades administrativas del orden nacional, departamental y municipal que, por razón de sus misiones y funciones ante la comunidad, deben compartir objetivos y responsabilidades, con las instituciones castrenses y la policía, están precisadas a mantener respeto, consideración, deferencia y comedimiento ante su historia, gesta y causalidad, por las estructuras y los miembros de la fuerza pública. Respetar las usanzas y tradiciones de estas instituciones es una muestra de cortesía y reconocimiento por la doctrina y el sacrificio que estas representan.
No son solo los hombres y mujeres de la fuerza pública los que merecen el reconocimiento y homenaje, también nos deben motivar las instituciones que representan; los actos, ceremonias, ritos y etiquetas que demanda el protocolo, comprometen tanto autoridades como ciudadanos y miembros de las fuerzas, por ser su observancia de obligatorio cumplimiento, cubriendo desde el atuendo hasta su compostura, pues la magnificencia del momento invade a todos los presentes.
Estos organismos son fundamentales para la estabilidad y seguridad de nuestro país, y su funcionamiento adecuado depende en gran medida del respeto y consideración que se les brinde desde todas las esferas del poder y la sociedad.
En conclusión, la ciudadanía entera debe reconocer y valorar la vida austera, recatada y sacrificada de los miembros de la fuerza pública. A las autoridades y los ciudadanos les corresponde demostrar respeto y urbanidad hacia ellas, asegurándo que continúen desempeñando su valiosa labor en beneficio de la patria y sus ciudadanos.