Tocqueville hablaba de la influencia de la democracia en los sentimientos de los americanos con la siguiente frase: “el egoísmo reseca el germen de todas las virtudes”.
Entendiendo por virtudes las perfecciones habituales y estables del entendimiento y de la voluntad, que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta de conformidad con la razón.
Desafortunadamente hoy en día algunos ciudadanos ejercen una virtud totalmente contraria a su significado, promocionando una revocatoria sólo para curar las heridas de una orfandad de poder.
La Constitución consagra en el artículo 103 los mecanismos de participación ciudadana, reglamentados mediante ley 134 de 1994 y la 1757 de 2012, donde se materializa el derecho fundamental a la participación democrática, que permite la intervención de los ciudadanos en la conformación, ejercicio y control del poder político. Mecanismos como el referendo, el plebiscito, la consulta popular y la revocatoria del mandato le permitirán a los ciudadanos decidir, mediante el voto popular, asuntos de interés nacional, departamental, distrital, municipal y local.
Estos virtuosos de la revocatoria exigen resultados inmediatos, a pesar de que ellos nunca los obtuvieron en su glorioso gobierno durante cuatro años. Recogen firmas armados de un corazón de odio, difamando a su víctima, mientras ellos se creen libres de todo pecado.
Para corregir esta demagogia populista, la Corte Constitucional precisó en la sentencia C-179 del 2002, que la primera causal para una revocatoria debe estar referida al programa de gobierno.
Sin embargo, el egoísmo desenfrenado de estos líderes de la revocatoria no tiene medida. Se valen de la democracia para difamar, calumniar, armados con poderosas mentiras.
Esta situación es la que vivimos hoy en Bogotá, cuando se quiere revocar el mandato de un alcalde que lleva apenas un año largo de gobierno. Se atropella a los espíritus ingenuos, anunciándoles que no ven obra alguna de gobierno, que la salud anda mal…
Lo hacen sin tener en cuenta las anteriores administraciones en las que montaron un gigantesco carrusel de la contratación. Es decir que ahora el alcalde Peñalosa tiene que pagar los platos rotos de unos delincuentes de cuello blanco.
María Isabel Rueda lo expresa claramente en El Tiempo: “el carrusel de Samuel Moreno todavía tiene a los bogotanos girando sobre caballitos. Él y su hermano Iván montaron una operación criminal para saquear la ciudad”.
Me pregunto: ¿por qué Petro no acabó con el Bronx, el peor centro de la delincuencia del país, en sus cuatro años de gobierno, mientras que Peñalosa sí lo hizo a los pocos meses de haber iniciado su mandato?
Desafortunadamente estos virtuosos de la revocatoria no tienen que financiar ninguna campaña, todo es gratis, excepto tener un buen equipo de egoístas demagogos que serán los encargados de recoger las firmas para revocar el mandato de su víctima.
Otra cosa sería si tuvieran que asumir el costo total de la revocatoria. Como decía mi abuela “al que nada le cuesta, volvámoslo fiesta”.