RICARDO EASTMAN DE LA CUESTA | El Nuevo Siglo
Lunes, 14 de Noviembre de 2011

La Unión Europea

 

La sensatez indica que Europa es la solución, no el problema. Se acerca el momento histórico en que 17 países de la eurozona y los 27 miembros de la Unión, que albergan a casi 500 millones de seres, tendrán que decidir entre continuar juntos o romper la unidad continental. Mantener o no la singularidad económica y fiscal.

Como afirmara Tony Blair, la Unión Europea necesita decidir si fomenta el crecimiento, habla con una sola voz sobre cuestiones globales y desempeña un papel relevante en el siglo XXI, o acepta que el mundo se mueva sin la activa participación del viejo continente.

La inacción sobre cuestiones tan fundamentales debilitaría al conjunto y a cada miembro de la Unión, por grande e importante que sea.

Hay que convenir que la Unión Europea es un experimento, exitoso por demás, sin antecedentes. Aquello de introducir una moneda única, crear el Europarlamento, introducir la ciudadanía comunitaria y extender allende las fronteras las leyes y los castigos, todo dentro de la voluntad y sin posibles presiones, no lo había intentado la humanidad.

La integración continental trajo un período de paz también sin antecedentes. Una estabilidad que dos generaciones atrás no imaginaron. El nivel de vida creció de manera espectacular. Igual sucedió con su mercado ampliado. En lo económico todos han salido ganando, hasta los irresponsables como los griegos que reciben apoyo regional luego de haber sobrepasado todas las reglas y los acuerdos de la Unión ¡Y los desagradecidos crean tremendo conflicto con su amague de someter los términos de esa ayuda a un referendo, cuando están en bancarrota!

Un ejemplo de unión, modelo para otras regiones. Conservar y fomentar este proyecto es de alguna manera una obligación con el planeta. Que exige afrontar con audacia los desafíos actuales.

No puede permitirse la Unión que la crisis financiera haga de lado problemas trascendentes para el continente: energía, empleo y migraciones, política exterior y crecimiento económico. La versión ganadora es la de una zona inspirada en el compromiso de sus ciudadanos, por ahora debilitado en función de los avasallantes acontecimientos financieros de los últimos meses.

El mismo Blair supone que deberán aparecer medidas de corto, mediano y largo plazo para dar confianza. Porque las de corto plazo sólo serán creíbles cuando haya certeza de aplicación de las de mediano y largo aliento. Los líderes tendrán que nutrirse de la opinión ciudadana, “bajar a la tierra” un proyecto continental que por su complejidad se aleja del entendimiento popular.

Hay que mostrar a una Europa revitalizada e integrada. Dispuesta a conservar su unión, así los retos y obstáculos sean mayores. Nada se resolverá con enfrentamientos internos, divisiones entre “ricos y pobres”. Porque las diferencias entre miembros no se pueden ocultar, pero usarlas para quebrar la Unión es un suicidio colectivo. Haber llegado tan lejos no debe tirarse por la borda.