RICARDO EASTMAN DE LA CUESTA | El Nuevo Siglo
Martes, 24 de Enero de 2012

 

Violencia en Venezuela

 

Al Observatorio Venezolano sobre Violencia le hacen eco hoy los informativos del mundo. No es noticia chica que el otrora oasis de tranquilidad y riqueza brotada del suelo, se convirtiera en epicentro del más grande bandidaje urbano, también rural, con evidencias de apoyo descarado del mismo gobierno.

Chávez fundamenta su poder en el temor, la verborrea y el reparto asistencialista de dinero, mercados, materiales de construcción, becas y auxilios de diferente tipo. Pero tiene un problema: discrimina con las ayudas y sólo las reciben sus activistas. Eso divide más y más a los venezolanos. Diferente la Presidenta argentina que reparte por igual y logra adhesiones dentro de la oposición.

Chávez confunde la amistad, cómo distinguir entre un amigo y un enemigo. Su egolatría lo lleva a creer que la gente lo sigue por lealtad, cuando la mayoría lo hace por interés. No olvidemos que en el triunfo de Juan Manuel Santos fue pilar Familias en Acción, sobre la base de la amenaza de perder el subsidio si votaban por Mockus. Obvio, ese no fue un ejército votante de leales sino de interesados.

Aristóteles le escribía a Nicómaco sobre la amistad. Tres razones le asisten a los hombres para darla o buscarla: la utilidad, la atracción física y la simpatía espiritual. Salvo por narcisismo Chávez no cae en la cuenta de que sólo la utilidad cabe en sus relaciones con el pueblo. O si lo sabe, quema la riqueza nacional en la compra de los seguidores.

Entre 2001 y 2011 en Venezuela los homicidios aumentaron 2.5 veces. El horror. En ese mismo lapso los colombianos los redujimos a la mitad. El Observatorio informa que en esa década murieron de manera cruenta 141.400 nacionales, cifra que llenará de envidia a nuestra sangrienta guerrilla. En 2011 Venezuela aportó cuatro veces la cifra de soldados norteamericanos muertos en ocho años de ocupación en Irak.

El gobierno armó a sus “adeptos”. Hoy la gente está enfrentada y pasar de allí a una guerra interna no requiere de mucho esfuerzo. De hecho, los homicidios en masa indican los prolegómenos de un encuentro más amplio y despiadado. De una peligrosa forma de mantener el poder con ayuda de seguidores encabritados y ordenados para defender al “gobierno legítimamente constituido”.

Una manera de desconocer los pactos sociales. De violentar el consenso y la coexistencia. De matar sin temor al castigo. De saltarse las normas en aras de proteger una supuesta revolución popular. De quedar sin censura la violencia y los violentos.

Se llega al todo vale, al desprecio por la otredad y se desdibuja el valor de la vida.

No deja de ser un problema más para Colombia. Porque el día que hagamos la paz tendremos la guerra al pie. Estamos ante un vecino fanático, que hasta hace 10 años era ejemplo de concordia. Eso es el chavismo.