Con el tema del origen del “universo” ha surgido una frase importante: “Dios creó el mundo y la ciencia lo explica”. Y otra más. “Ni Dios tiene el poder de un historiador, pues él, no puede cambiar la historia y los historiadores sí”. El destacado humanista Jaime Lopera Gutiérrez -autor de 7 libros- y presidente de la Academia de Historia del Quindío, a raíz de mi viaje a Armenia para posesionar al escritor Gabriel Echeverri como socio de la Academia Hispanoamericana de Letras y Ciencias, que presido, me comentó su documento, -6 hojas-, sobre la histórica rivalidad entre Antioquia y Caldas, con motivo de un artículo sobre este asunto de Héctor Abad. En este evento intelectual estaban presentes, entre otros, el rector de la Universidad del Quindío, Dr. Fernando Echeverri y el vice rector, Dr. Fernando Polanía, lo mismo que Ernesto Acero, director del diario quindiano La Crónica, Ernesto Acero y el veterano periodista Miguel Ángel Rojas, director del programa televisivo “Hablemos del Quindío”.
Como el documento de Jaime Lopera está vigorosamente estructurado y tiene extraordinaria importancia política, muy por encima lo comento, con varias de las contundentes razones que, como promotor beligerante de la creación del departamento del Quindío, expuse en los años sesenta en mis libros, a favor de la exitosa segregación.
Claro que comparto casi la totalidad de lo que sostiene el Dr. Lopera. Pero mis ideas siguen siendo aplastantes. Todos los pueblos se dividen en dos sectores: el rural y el citadino. El primero produce integralmente la riqueza de una comunidad. El centro metropolitano es “consumidor”. Tiene más trascendencia quien crea la riqueza, que quien la consume. Segundo, la lucha entre las provincias y las capitales es tan antigua como el hombre. El mismo 20 de julio de 1810, en forma absurda y suicida, empezó la primera guerra civil colombiana de las provincias federalistas con el colosal Camilo Torres, contra el centralismo de Santa Fe, acaudillada por ese gigante que fue Nariño.
España, dominó a todo un continente en la conquista, por la conformación del Nuevo Mundo. Cada tribu tenía un dialecto distinto y vivían en feroces guerras intestinas. Reino dividido, reino perdido. Yo, y creo que todos o somos centralistas o federalistas. Yo soy municipalista y federalista. Fue este sentimiento regionalista, el que prevaleció en la victoriosa lucha separatista. Claro hubo otros factores. Aunque defendimos y defendemos al pueblo “caldense”, atacamos ferozmente a la “casta dirigente” manizaleña, encabezada por Alzate Avendaño, quien me llamó a mí, “El descuartizador de Caldas” por dominar al departamento, con implacable espíritu excluyente.
Una de las instituciones más robustas en esa época era la Federación de Cafeteros. La controló hegemónicamente Manizales. Ni un Arango Cano, ni Ortiz Palacio, ni Jaime Lopera, ni Carlos Restrepo pudieron gerenciarla. Le propusimos a los antioqueños apoyarnos para que cogieran la Federación y nos ayudaran a la emancipación y aceptaron.
Ese Frente Nacional lo fundaron Laureano Gómez y Lleras Camargo. Los laureanistas nos ganamos esa adhesión del laureanismo, pues detestaban a sus adversarios, los “ospinistas de Manizales”.
Echandía, exfuncionario en Armenia, nos protegió con parlamentarios liberales…Logramos triunfar. Pasamos de la “invisibilidad ale empoderamiento”. Por eso hoy tenemos senadores, magistrados, altos dignatarios y el sexto puesto en 32 departamentos. El Dr. Lopera mueve más ideas que palabras.