Romaña, el émulo criollo del Che Guevara, el de boina de medio lado con la estrella rusa, el mayor secuestrador de las Farc, responsable de las “pescas milagrosas”, vulgares secuestros que disfraza con el eufemismo de “retenciones económicas”; Romaña, el secuestrador de Alan Jara, de “La Chiva” Cortés y de miles de colombianos, el del plan frustrado para asesinar a Francisco Santos; Romaña, el que, en un solo día, dirigió el asesinato de 51 personas y el secuestro de 64 más en la toma de Mitú; Romaña, reclutador de menores y bajo cuyo mando se permitieron violaciones y se realizaron cientos de abortos en el bloque oriental; Romaña, con más de 80 procesos por terrorismo y más de 80 años en condenas, que hoy quedaron enterradas bajo la impunidad del Acuerdo con las Farc.
Sí. Hablamos de Romaña, el cínico que acepta “explicarles” a sus víctimas pero nunca pedirles perdón, porque todos sus crímenes eran necesarios para su proyecto revolucionario; Romaña, el guerrillero de las Farc que, en pleno posacuerdo, fue honrado con la visita del vicepresidente de la República en octubre de 2017 -¡qué vergüenza!- para negociar el retorno de la tranquilidad a la zona de Tumaco, porque, sencillamente, eran Romaña y las Farc los instigadores de la violencia y quienes ejercían el control del negocio en la mayor zona cocalera del país.
A ese mismo Romaña, la Fiscalía lo encontró culpable de lavar inmensos recursos a través de una red de supermercados populares con más de ¡60 locales!, administrados por una familia de testaferros que, además, le prestaban servicios de proveeduría de alimentos, armas e información.
Si me gasté la mitad de este valioso espacio en reseñar el prontuario del bandido es para que los lectores dimensionen, no solo el cinismo y la arrogancia de las Farc, sino el monumental engaño que representó el Acuerdo. Muchos lo señalamos en su momento y -disculpen si suena inmodesto- yo mismo lo advertí en entrevistas y en un libro sobre las negociaciones: En la maraña del Acuerdo se esconde la más grande operación de lavado de activos de la historia del país.
En abril de 2016, “The Economist” sorprendió con la cifra de 10.500 millones de dólares con base en un “informe confidencial” del gobierno colombiano, que Santos se apresuró a negar y añadió taimadamente que las Farc “posiblemente están guardando dinero” -¿ingenuidad?-pero “Lo hemos buscado y no lo hemos encontrado”. ¿No será, más bien, que frente a los indicios el Gobierno miraba para otro lado? Es sorprendente que las primeras pistas sobre los testaferros de Mercacundi datan de 2007, pero durante los gobiernos de la paz las investigaciones se congelaron hasta la llegada del fiscal Martínez.
A finales de 2017 la Fiscalía reportó bienes no reportados por 1,3 billones de pesos, y hoy la cifra va en 2,9 billones. Mercacundi es la punta del iceberg. El Fiscal acaba de entregar a su homólogo ecuatoriano ¡13 millones! de archivos electrónicos con información sobre propiedades de las Farc en ese país, y ni hablar de lo que tienen en paraísos fiscales y en su refugio venezolano.
Ante semejante incumplimiento, ¿por qué Romaña y la cúpula de las Farc no han perdido todavía los beneficios del Acuerdo? Romaña debería, inclusive, estar detenido con sus testaferros. Pero como los pájaros les tiran a las escopetas, las Farc acusan al Fiscal de querer desbaratar el Acuerdo y sacarlos de la política, mientras Romaña, con su cinismo disfrazado de humildad campesina, lo acusa sin empacho de comprar testigos y le advierte que solo se presentará ante la JEP. ¡Habrase visto!
@jflafaurie