Vivir sabroso. Es mi deseo para todos en 2024. Lo que debió haber sido la recuperación del sentido aristotélico de la buena vida, la eudaimonía, se tornó en un concepto tergiversado por la estulticia de opinadores y periodistas endemoniados, incapaces de adentrarse en aquello que desconocen, antes de descalificarlo motivados por la sinrazón.
Vivir sabroso. Es mi deseo para todos en 2024. El concepto es parte del acervo lingüístico del Pacífico, especialmente del Chocó, tal cual lo explica la antropóloga Natalia Quiceno en su libro Vivir Sabroso: luchas y movimientos afroatrateños, en Bojayá, Chocó, Colombia.
Vivir sabroso. Es mi deseo para todos en 2024. O sea, vivir en armonía con la naturaleza, con uno mismo y con los otros, como muy bien lo expone Francisco Cortés Rodas, profesor del Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia, en un artículo que ayudaría a desasnar a quienes han convertido el concepto en caballito de batalla para oponerse y atacar no unas políticas, sino a una política: a Francia Márquez, vicepresidenta de Colombia.
Vivir sabroso. Es mi deseo para todos en 2024. No es nada nuevo. Mi deseo se funda en la Eudaimonía griega, el Sumak Kawsay quechua, el Küme Mogen mapuche, o el Ubuntu zulú, en cuyos sustratos filosóficos está el respeto, como lo define el biólogo chileno Humberto Maturana: “considerar al otro un legítimo otro en la convivencia” y no un objeto para ser borrado, aniquilado, cancelado, suprimido, insultado, vituperado, ofendido, tergiversado, manipulado, incapaces como seguimos siendo de desplegar un disenso inteligente y de dirimir las diferencias con argumentos y no con bajas pasiones.
Vivir sabroso. Es mi deseo para todos en 2024. Mandela era un convencido de que el vivir sabroso era fundamental en la sanación de las heridas que el apartheid dejó a su pueblo: “Una persona con ubuntu es abierta y está disponible para las demás, respalda a las demás, no se siente amenazada cuando otras son capaces y son buenas en algo, porque está segura de sí misma ya que sabe que pertenece a una gran totalidad, que se decrece cuando otras personas son humilladas o menospreciadas, cuando otras son torturadas u oprimidas”.
Vivir sabroso. Es mi deseo para todos en 2024. Como Aristóteles, cultivando las virtudes morales de la sabiduría y la moderación que tanta falta nos hacen sobre todo en el debate político donde los ánimos viven exaltados y el diálogo ha hecho mutis por el foro.
Vivir sabroso. Es mi deseo para todos en 2024. Con la práctica diaria de la ética mapuche de cuidado de la naturaleza, de la vida familiar y colectiva. O como lo pregonan hace marras en el Pacífico colombiano: sin miedo, con dignidad, en armonía social y ambiental.
Vivir sabroso. Es mi deseo para todos en 2024. Como en Fratelli Tutti, la encíclica del Papa Francisco en la que nos pide que ampliemos nuestra comprensión del prójimo para que también incluya a cualquier persona fuera de nuestro grupo, perspectiva o identidad.
Vivir sabroso. Es mi deseo para todos en 2024. Para lograrlo “no tenemos que esperar todo de los que nos gobiernan, sería infantil. Gozamos de un espacio de corresponsabilidad capaz de iniciar y generar nuevos procesos y transformaciones”.
Vivir sabroso. Es mi deseo para todos en 2024. Sin tanta rabia en el corazón.