Tras la propuesta de los sindicatos de un aumento del salario mínimo en Colombia del 18% para el 2024, que dobla la inflación de este año y triplica, o más, la proyección del año entrante obligó, en su primer plazo, al equipo de concertación a pararse de la mesa sin decisión. Resulta fácil deducir que cualquier trabajador espera que el aumento del salario cubra por lo menos la subida de precios que asumirá para no reducir su capacidad adquisitiva. Sin embargo, muy poca consideración se le atribuye a la compensación por ser más o menos productivos. Y es un elemento clave en la fórmula.
Sin embargo, muy poca conciencia y pedagogía se tiene a la hora de medir la capacidad de producir más, en menor o igual tiempo laboral. Es poco conocido que Colombia no brilla por su productividad, a pesar de ser buenos trabajadores, madrugadores y dedicados, con jornadas más allá de la legal, incluidos días festivos y fines de semana.
Para entenderlo mejor, Colombia requiere de 1.5 trabajadores para poder lograr el nivel de productividad de un solo trabajador en Chile, Costa Rica o Uruguay. Entonces, cuando la mesa de concertación no puede fijar el salario mínimo de manera subjetiva, se hace necesario pensar en la productividad. De manera que, si se produce más, las empresas pueden subir salarios sin aumentar significativamente los precios de sus productos.
El meollo está en que las cifras recientes de productividad no son buenas y muestran la debilidad estructural del mercado laboral, como argumenta el representante del BID para Colombia, Ramiro Pérez. La culpa no es del trabajador, es el acceso para ampliar sus fortalezas y capacidades a través de la educación, la tecnología y el impulso a la innovación.
La discusión sobre cuánto subir el salario mínimo no puede obviar los últimos resultados presentados por el Dane que desafortunadamente muestran una disminución en la productividad por persona empleada (-0,7%) y en la productividad total de los factores (-1,0%) aunque la productividad laboral por hora trabajada registre un aumento (0,76%). El riesgo que se corre de elevar el salario mínimo por encima del alza de precios y de la productividad es terminar por desplazar a algunos empleados hacia el trabajo informal.
Laura Fuerte, directora de economía de la Universidad de la Sabana, lo explica con claridad: si se aumenta el salario mínimo muy por encima de la inflación anual que ronda el 10% más la productividad, implicaría que los empresarios recibirían un impacto directo, ya que tendrían que compensar no vía producción, sino de otra forma, con un pago mayor a los trabajadores de lo que ellos producen. Esto además reduce el capital disponible de las empresas para inversión.
Colombia, siendo una de las naciones de jornada laboral más larga, aporta cerca de veinte dólares a la economía local por hora laborada, mientras Irlanda, el país más productivo, en jornadas de ocho horas menos a la semana, aportan seis veces más de valor a su economía por hora de trabajo.
Además del aumento salarial, los empleados y los empresarios necesitan dinamizar su rendimiento. La estrategia para mejorar nuestra productividad debería ser una obstinación, para el bien de todos. Y esta comienza por ser conscientes de ello. Su dinamizador es la calidad de la educación y la formación continua.
Llegar a un punto de conformidad de parte y parte es la razón de la mesa de concertación. La cautela debería ser su amiga. Mala sería una decisión de carácter populista, nada conveniente para el año muy difícil que se avecina, con un pronóstico de crecimiento de la economía inferior al 1% del PIB, siendo optimistas.
*Presidente Corporación Pensamiento Siglo XXI