La idea que todos somos uno, que hacemos parte de la misma totalidad, nos puede costar bastante trabajo creerla. Sin embargo, como humanidad no tenemos otra salida.
Parece extraño que nos hablen de la totalidad, cuando tenemos milenios validando la fragmentación y la idea de los mutuos excluyentes del pensamiento lineal: es una cosa o es la otra. Nuestra cultura occidental le apuesta a la división más que a la integración, a la oposición más que a la complementariedad, a la confrontación antes que a la cooperación. La división comienza, por dónde más si no, por la concepción que tenemos de nosotros mismos: estamos divididos y creemos que esas divisiones son tan reales que nos parecen irreconciliables. Una cosa es diferenciar los componentes de una estructura a fin de ganar comprensión sobre ella y otra es creer que la estructura está fragmentada. Si bien es cierto que nuestros sistemas vitales pueden distinguirse unos de otros, todos responden a una dinámica común que es nuestra vida, están estrechamente interconectados y son pequeñas totalidades dentro de una más grande.
Los holones son totalidades que incluyen otras totalidades más pequeñas y que a su vez son integradas y trascendidas por totalidades mayores, los holos –voz griega que significa todo, entero-. Sí, desde hace milenios tenemos el concepto de totalidad, pero se nos envolató en los laberintos de la historia. Criticar con las herramientas contemporáneas las concepciones modernas de hace quinientos años sería inocuo e injusto; esos conceptos hacen parte de las interpretaciones de mundo que hemos construido como especie y sobre ellas podemos construir otras, de igual manera que dentro de algunos siglos nuevas interpretaciones habrán de ser construidas sobre las actuales.
Lo que sí es dado hacer es ampliar nuestra mirada, reconocer que en realidad no estamos hechos de compartimientos estancos sino de sistemas holónicos que se abrazan: nuestros sentipensamientos, sí, los pensamientos y las emociones van de la mano, en inseparable relación con el cuerpo que somos, con las luces de nuestra esencia y las sombras de nuestro ego.
Es posible cada día integrarnos, reconocernos como totalidades, abrazarnos por completo con todo lo que somos, lo que nos gusta y lo que no. Mientras estemos en lucha con algún aspecto de nuestra vida o nuestra historia, lo estaremos también con el del al lado. Si no nos reconciliemos con nosotros mismos no podremos integrarnos con ese sistema que es el otro, no le reconoceremos integralmente. Y nos costará trabajo, también, reconocer que somos uno con Dios, como quiera que le llamemos.
Vamos, te invito a integrarte, a que vivas tu totalidad, a que seas uno contigo, tu historia y tu vida. ¿O vas a seguir en mil pedazos?
@eduardvarmont