Síndrome del fraude | El Nuevo Siglo
Miércoles, 4 de Enero de 2023

El capitalismo es bipolar, la empleabilidad permanece deprimida y la corrupción parece crónica. Entretanto, la psiquiatría y la psicología clínica, verdaderas estafas, denominaron Síndrome del Impostor a la crisis de la meritocracia, denunciada por quienes ostentan éxito pues se perciben incompetentes.

Confundiendo Competencias con Preferencias, las Pruebas de Personalidad dejaron las decisiones de selección a merced de los sesgos. Especulativas, sus falsas valoraciones recaudarán más que $16,5 billones de dólares (Assessment Solution Market Forecast to 2028, 2021).

Quienes las hayamos dosificado o resuelto deberíamos reconocer que las respuestas pueden ser inconsistentes o no genuinas, porque: a) nuestros estados de ánimo alteran las perspectivas, b) pretenden encajar con el descriptor del cargo, c) confunden los diversos roles que ejerce el individuo -las máscaras y los escenarios que afronta-, y, d) avizorando a la Ventana de Johari, las preguntas parecen adivinanzas.

Supuestamente, algunas técnicas de psicometría detectan el fraude; sin embargo, su validez y fiabilidad es análoga a la del polígrafo: otra herramienta sobreestimada, que también ha justificado la discriminación laboral, etiquetándola como “objetiva” y políticamente “correcta”.

Para colmo de males, las empresas ocultan a los candidatos los informes de retroalimentación, porque sus revelaciones permitirían emprender Exámenes de Conciencia y desafiar al Oráculo de Delfos. En consecuencia, la gestión mantiene los condicionamientos del pasado, y todos seguimos fingiendo conformidad o satisfacción.

Pragmática y corruptible, la Disonancia Cognitiva facilitó que los algoritmos descifraran el acrónimo Vuca, e instrumentalizaran a conveniencia las Personalidades dando forma a Modelos de Supremacía y Planificación Centralizada. A propósito, The Cult of Personality Testing (Paul, 2004) y The Dark Truth Behind Personality Tests (HBO, 2021), describen estas Modas y cuestionan los Estereotipos que configuran, tras anunciar que no hay respuestas “malas”, y recetar conclusiones “tranquilizantes”, que inexorablemente condenan a la exclusión laboral.

La estadística y la inteligencia artificial han perpetuado sesgos cuando infieren si una persona tendrá adecuado desempeño o debida ética, proyectando rasgos demográficos o de personalidad. Por eso la Comisión para la Igualdad de Oportunidades en el Empleo sancionó a Target (2015) y Best Buy (2018).

La calidad científica de esos “assessment” equivale a la del horóscopo, y la de cualquier sesión de psicología clínica o psiquiatría, donde los diagnósticos son arbitrarios porque carecen de metodologías para medir líneas base con enfoque integral, y dependen de apreciaciones aisladas, proferidas por profesionales incompetentes que actúan como verdugos, demostrando apatía, desidia o sevicia, pues sus abusivos servicios adolecen falta de consentimiento informado. Además, manipulan las historias clínicas.

A propósito, el sibilino DSM, Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (APA), está influido por las aseguradoras. No sorprende que, compitiendo con el Prozac, por defecto, el mercado de la auto ayuda recaudara $42 billones de dólares en 2021, distribuidos entre conferencias y “coaching”, sin incluir la automedicación de comida chatarra y otros vicios.