Acabamos de saber que la informática hace posible la comparación de los genomas completos de los seres humanos actuales con los de sus ancestros. Se trata de recuperar proteínas descatalogadas en los mapas genéticos actuales. Repito lo que leo porque supongo que soy uno de los millones de españoles patidifusos ante la importancia de los avances científicos de difícil comprensión entre los no iniciados.
Eso me ha ocurrido con el hallazgo de unos científicos españoles que, a partir de una proteína rescatada del proceso evolutivo (se habla de hasta 2.500 millones de años), han abierto un esperanzado horizonte para la cura de muchas enfermedades. El cáncer, por supuesto, entre otras.
La única ventaja de los acomplejados por analfabetismo científico -servidor de ustedes, sin ir más lejos- es la del repliegue en el sentido común. El sentido común como madriguera de los ignorantes. La simplificación de lo que aparece inaccesible por su complejidad siempre será un excelente burladero de las perplejidades básicas.
A eso voy. En este caso, no pierdo la oportunidad de volver sobre la estupidez de la condición humana, que salva vidas y las mata al mismo tiempo, con idéntico empeño. Aún peor, los dos afanes simultáneos cursan igualmente en nombre de la ciencia, que explora la forma de alargar la vida de los seres humanos a través de la Medicina sin dejar de investigar las nuevas formas de matar a través de la industria bélica.
Mientras se mata a mansalva en Ucrania, Yemen, Siria, Nigeria, Congo, etc, un grupo de científicos españoles, han recreado "enzimas Cas9" que, según nos explican los divulgadores, "funcionan como tijeras capaces de cortar el ADN de cualquier ser vivo en un punto concreto y que son la base del sistema CRISPR de edición genética".
Ustedes, no sé, pero servidor sigue en ayunas respecto a este nuevo paso en el campo de la biomedicina, pero es suficiente para que me incomode el contraste de que una parte de la comunidad científica trabaje por alargar la vida mientras otra investiga nuevas formas de cercenar antes de tiempo (de "artillería de precisión Himars" se habla a propósito de la guerra en Ucrania) en nombre de causas tan anticientíficas como el nacionalismo, la religión, la raza, el territorio, etc.
Las proteínas ancestrales nos han servido al menos para reconocernos más próximos al español Ramón y Cajal que al norteamericano Oppenheimer, que representan dos grandes aportaciones de la ciencia a la historia de la Humanidad. Uno para salvar vidas, el otro para cancelarlas.
Con eso me quedo en esta dosis de recuerdo sobre la estupidez humana por cuenta de las proteínas ancestrales, claramente derrotadas en la percepción de los coros mediáticos y políticos, que han preferido seguir con fungibles episodios domésticos relacionados con la lucha por el poder político.