En un país donde las encuestas se han convertido en el medio de predicción, no se pueden dejar de analizar sus resultados y la proyección que hacen las mismas, donde una gran parte de la población se encuentran en ese grupo de los que están indecisos, o los que ante esa indecisión han decidido votar en blanco.
Hacia ese segmento se apunta por parte de los candidatos a la hora de buscar crecer en las preferencias de los votantes y qué mejor que hacerlo invirtiendo la fórmula. Esta decir, no buscando puntos comunes en lo que quieren, sino en lo que aborrecen.
En elecciones pasadas, frases como castrochavismo o amenazas como nos convertiremos en otra Venezuela tuvieron su efecto; en esta ya no, pues el colombiano promedio no se visualiza en mejores condiciones de vida que un venezolano común, a sus ojos hoy somos más parecidos.
Ante esta situación, el centro y la derecha encontraron el orificio por donde hacer entrar agua al barco, la decisión de inclusión de Piedad Córdoba en la lista del Pacto Histórico en lista cerrada. Esta será una de las senadoras fijas a elegir y un alfil importante en el debate presidencial por su ascendencia sobre muchos sectores de izquierda del país.
Córdoba afronta varias situaciones que la ponen en la picota pública. Su primer y difícil desafío es no quedar involucrada ante la justicia norteamericana, pues es señalada de ser la persona que presentó a Alex Saab con el gobierno de Hugo Chávez y quien, para sorpresa, colaboró como fuente activa y confidencial de la DEA, entre junio de 2018 y mayo de 2019 según la Corte Federal del Distrito Sur de Miami.
Igualmente, la captura con fines de extradición de su hermano, Álvaro Córdoba, por presuntamente ser el enlace entre los carteles mexicanos y la organización disidente de las Farc Gentil Duarte, pone a alguien de su familia ad-portas de una sentencia por narcotráfico en los Estados Unidos, además de su vinculación activa con las disidencias de las Farc, grupo con el que se ha repetido en varios escenarios ella también tendrá vínculos.
Finalmente, uno de sus exasesores declaró ante la Corte Suprema que ella (Córdoba) habría retrasado, a su conveniencia, la liberación de Íngrid Betancourt y otros secuestrados de las Farc, para conseguir unos réditos políticos. Toda clase de reacciones ha causado esa noticia.
La defensa hasta hoy de Piedad Córdoba ha sido la misma para todos sus casos: persecución, montaje y que todo se demostrará en su momento ante la justicia. Lo cierto es que justo o no, hoy es más el daño que hace al Pacto Histórico, pues si se retira de la lista, el mensaje que queda entre la gente será de una Córdoba asustada y descubierta, pero de continuar, será seguramente el Talón de Aquiles en la medida que se descubran más detalles a la opinión pública, la cual como sabemos se comporta, no tendrá con el Pacto Histórico piedad, ni con Córdoba.