El presidente Iván Duque fundó el MinCiencia posesionando a una chocoana que no se graduó de universidades ‘top’ y se definió como una “rebelde” (ELEspectador.com, 11/1/2020). Ahora, su negocio, Selvacéutica, comercializa placebos sin avalarlos con rigurosos métodos tradicionales, que tampoco garantizarían milagros.
Como ella, la mayoría de los PhD ni son altruistas, ni contribuyen a resolver los problemas que deberían importar a la humanidad. De hecho, los “Ig” Nobel se desvirtuaron; originalmente destacaban aquello que “no podía o no debía ser reproducido”, y terminaron adoptando connotación peyorativa, verbigracia contra la medicina alternativa.
Mabel se dedicó a los “cosméticos”, un lucrativo mercado que explota la estulticia rosa. Su emprendimiento incluye brebajes funcionales que, jurando saberes ancestrales, supuestamente curan enfermedades modernas, como el cáncer. Paradójicamente, Duque liberó esa alquimia criolla, que promete Vivir Sabroso (Tasty).
Reaccionario, Moisés Wasserman ignora los efectos de la persecución hacia lo diferente, aunque tenga origen judío. Tras una decadente gestión, reelegido como rector de la Universidad Nacional durante la era Uribe, compartió Comisión de Sabios con Mabel y rechazó la Declaración de Independencia contra la “Ciencia Hegemónica”. Prefirió la “Guerra de las Ciencias”, aunque los polémicos nombramientos de Duque anunciaban Actos de Paz o Saltos de Fe.
El Método no eliminó los falsos positivos (y negativos). Tampoco concilió la Ética “Algorista”, polarizada entre relativistas y positivistas, como socialdemócratas y neoliberales en economía, por lo que predomina el chantaje congraciado con la mercantilización, y la corrupción mediante el “p-hacking”.
Wasserman dijo que es “una persona que es a la vez muchas”, y que “tiene un porcentaje pequeño de neandertal, que a veces se descubre”. Así, descalificó a su contraparte manifestando que tocará “repartir las horas de clase entre distintas cosmologías”, como si confundiera Epistemología con Cienciología.
Ortodoxo, define el éxito mediante el PIB, sin descontar externalidades contra el bienestar y la equidad, igual que la arbitraria valoración de empresas, que utiliza supuestos arbitrarios o caprichosos, como el absurdo costo del dinero en el tiempo: paradigmas que, aunque sean inexactos o perversos, se legitimaron.
No dependamos de teorías “conspiranoicas”. Tampoco nos sometamos al autoritarismo “logocéntrico”, que coincide con la misántropa econometría.
A todas estas, dudo que la economía sea una ciencia humanista, socialista o ambientalista, pues jamás optimizó el bienestar, aunque constituyó la tecnocracia más poderosa porque concentra la distribución de los recursos.
El método científico no curará los “sesgos” del fanatismo, ni la soberbia que determina su eterna incompletitud (Gödel), mientras no armonice los aparentes opuestos. Simplones y politiqueros, Wasserman desconoce la Ciencia Propia y defiende el Colonialismo Intelectual (Fals-able), mientras que los agentes estatales de Educación y CT+I se alejan del bien público, según dicta una minoría aislada del mundo real, en escritorios, laboratorios o juntas directivas, haciendo más de lo mismo.
A Wasserman le recomiendo repasar Ideas para la Imaginación Impura (Wagensberg) y Ciencia con Conciencia (Morin). Desarrollemos un sistema de votación y valoración popular para los proyectos a financiar, como Crowdfunding o Innocentive.