Culmina un año que puede denominarse de transición, pero que resultó al final determinante para lo que le espera al país en el próximo lustro por lo menos. No solo por lo que sucedió, sino por lo que logró incubar en las decisiones que se tomarán en los próximos meses.
Era el año de esperar, de revisar cómo se comportaba la pandemia, la Economía y la sociedad. Esta última sin duda fue la protagonista del año que cierra cuando nadie se lo esperaba, planteó cara con sus protestas a un gobierno que si bien la escuchó, tardó mucho en hacerlo y de ello se derivó un divorcio que aún le pasa factura al presidente Iván Duque. Todo el aparato del estado sin duda se resintió.
El próximo será un año electoral, donde inicialmente se elegirán los miembros de la Cámara de Representantes y Senado. El próximo 14 de marzo se elegirán 295 congresistas, lo único que cambia frente a las elecciones sucedidas hace ya casi 4 años, es que por primera vez se elegirán 16 curules especiales transitorias de paz, en las zonas rurales de los 167 municipios del país más afectados por el conflicto armado.
De cómo quede el mapa del nuevo congreso, dependerán en gran medida las decisiones que seguramente adoptará el nuevo presidente, pues no solo depende que este tenga alguna intención, sino que necesita quien lo acompañe, o en su defecto quien lo controle y ponga límites.
Y es que la coyuntura electoral del nuevo país y hacia dónde avanza no nos permite hoy con certeza saber de qué corte serán las nuevas políticas económicas, sociales, de orden público y administrativas que adoptará el presidente que se elija, pues aunque parezca extraño, todos tienen posibilidades en la medida que no existe un favorito sólido.
Lo que si está claro, es el avance que ha logrado por medio de planteamientos discrepantes contra el sistema de Gustavo Petro, quien cuenta con una buena cantidad de adeptos, abriéndose paso, frente a propuestas más conservadoras y temerosas de movimientos bruscos que descarrilen el proyecto planteado desde hace años. Por eso muchos se han aventurado a decir, que se está poniendo en juego lo hasta hoy logrado y que aunque parezca mentira, nos posicionan como una de las democracias y economías más sólidas de la región, situación que conocen bien los inversionistas extranjeros.
Será entonces el momento este 2022, en que 38 millones de colombianos que pueden acudir a las urnas y que tienen la oportunidad de decidir cómo se plantean un futuro, lo hagan y bien.
En materia económica el panorama es sombrío, no tanto por el comportamiento interno, sino por cómo los mercados actúan ante ausencia y valor excesivo de materia prima, capitales que emigran buscando rentabilidad y una zozobra generalizada por todo esto que empezó en el 2020.
Con este panorama, debemos prepararnos para un año lleno de decisiones, donde sin embargo poco o nada avanzaremos, porque será seguramente el segundo de reacomodamiento, algo así, como la tercera temporada del 2020.