La justicia social nunca existió, ni entendida como equidad, pues los derechos no son los mismos para todos, ni expresada como igualdad, porque nuestros deberes son asimétricos.
Monopoly, el popular juego de mesa, fue concebido por una activista contra el capitalismo, para hacer pedagogía socialdemócrata. Su inspiración fue el “geoísmo” -irónico anagrama de “egoísmo”-, según el cual la Tierra permitiría resolver la arbitraria inequidad y su tragedia del terreno común. La versión 1.0 ilustraba un escenario antimonopólico, donde nunca había perdedores, y otro protagonizado por arrendatarios y deudores, cuyo destino era la cárcel o bancarrota (The Landlord's Game, 1902).
Proponía articular tantas reflexiones como soluciones pueden derivarse de la Naturaleza, evocando aquel Sentido Común al que Descartes atribuyó ser “la cosa mejor repartida del mundo, pues nadie quiere más de lo que tiene” (Discurso del Método, 1637). Verbigracia, las plantas tienen incorporado un Límite del Crecimiento (Meadows, 1972), regulado por cierta Diferencia de Potencial, a partir del cual se compromete su sobrevivencia. Además, distribuyen recursos según sea Suficiente y su mecanismo repartidor, denominado Capilaridad, resuelve desde la raíz la restricción impuesta por la gravedad, sin malgastar energía.
Entretanto, los humanos preferimos acaparar. Según la biología del comportamiento, los Estímulos Supranormales manipulan nuestros instintos, fomentando la autodestrucción, el parasitismo y el canibalismo. La etología, replicando la “memética” del Gen Egoísta (Dawkins, 1976), también permite viralizar irracionales vicios de supremacía, consumismo, sobreendeudamiento e inflación por ambición.
Deseando recompensas excepcionales, poco probables en condiciones de esencial escasez o finitud, los salarios fueron otro caldo de cultivo para nuestra involución: especulativas, las ofertas se ocultan; las consultoras degeneraron la valoración de cargos para diseñar estructuras donde cobró vida aquella distopía en la cual “unos son más iguales que otros” (Animal Farm, 1945), y distorsionaron al Mérito, tirano posmoderno, diseminando la compensación Variable por resultados falaces o intrascendentes.
Duque monopolizó las Juntas del BanRepública y Ecopetrol. Ahora, Cano debe renunciar; también Bayón, y los responsables de asuntos corporativos, relaciones con inversionistas y comunicaciones, pues hubo mala intención o cometieron errores graves, en el reciente escándalo por el Gobierno Corporativo.
La imagen del Banco de la República es negativa desde hace varios años; durante la crisis pandémica rechazó el crédito propuesto por la ANDI, para salvar al tejido empresarial, y su Régimen de Tasas extinguirá a la desinflada ciudadanía, que nunca se beneficia de mejores condiciones, “a 50 años, en términos flexibles, bajos intereses y, eventualmente, renovables” (Mac Master, 2020).
La Reforma del Cambio fracasó. Debía escribir el Estatuto Tributario desde cero, pero la colcha de retazos seguirá sustentando la Paradoja de las Ganancias (The Profit Paradox, Eeckhout), con la que los oligopolios extorsionan a empleados, consumidores y competidores. Finalmente, el Banco Mundial y el FMI tampoco condonarán deuda externa para apalancar a la banca privada.
El capitalismo seguirá en bancarrota, la socialdemocracia aprisionada y el planeta agonizando.