En la medida que la campaña presidencial del republicano Donald Trump se va creciendo en el agitado ambiente político de los Estados Unidos, se enardecen más los enemigos de la misma, que desean su derrota a cualquier precio. Vimos cómo se usó el caso de la acusación de fraude electoral que se hizo cuando era presidente-candidato, al convocar a la muchedumbre de copartidarios a protestar frente al Congreso en Washington, para denunciarlo como golpista. Siendo que la sensación, al ver el asunto desde fuera, es que los servicios secretos no le avisaron a tiempo de todas las ocurrencias en su contra. Puesto que resulta sorprendente, que, enterados sus opositores de la movilización a la que convocaba a sus seguidores, al parecer, se infiltraron en las filas de los mismos y conseguir que la protesta frente al Congreso terminará en un feroz asalto en el cual la policía deja pasar a los asaltantes, que para colmo se filman penetrando a las oficinas de los congresistas.
La anterior ocurrencia da origen a que el presidente Trump desistiera de acompañar a sus seguidores en la protesta frente al Congreso. Lo mismo que provoca grave desconcierto entre los funcionarios oficiales que seguían fieles. En tanto, la señora Pelosi, presidente del Senado, según dijo, en vista de los desmanes y el peligro del asalto a la institución legislativa, resuelve clausurar el recinto. Lo que evita que algunos senadores republicanos hicieran un debate sobre el eventual fraude electoral que en algunos estados denunciaban los legisladores de Trump. Al tiempo que unas horas después convoca a los legisladores demócratas para reconocer al nuevo gobernante. Así que, frente a un supuesto intento de golpe presidencial al legislativo, sorprende al gobierno, con lo que sería un contragolpe.
Por esos hechos condena la justicia a numerosos agitadores que irrumpieron al recinto del Congreso, hasta que se apela a la Corte Suprema para que dictamine sobre el caso. El máximo tribunal de los Estados Unidos interviene y sentencia que el fiscal se extralimita en sus funciones al colgarles a los acusados un delito que no habían cometido, para reducirlo a sus debidas proporciones y responsabilidad, lo que exculpa a su vez a Trump. Apenas hace unos días se pronunciaron los magistrados y las consecuencias son evidentes, en lo que se refiere a la imputación de un falso intento de golpe de Estado por parte del gobernante republicano o de sus seguidores. El contragolpe de la presidenta del Congreso, no ha sido investigado puesto que lo hizo sin violar el reglamento.
A partir de esos episodios y como el expresidente Trump acusaba a su sucesor de fraude, las relaciones bipartidistas se tensaron al máximo, como lo señalan numerosos expertos en política de ese país. Y afirman, que un sector de los demócratas resolvió denunciar electoralmente a Trump en casi todos los Estados de la Unión, con el fin de inhabilitarlo para ser candidato. No lo consiguieron, ni siquiera con los cargos que le hicieron en el tribunal del juez Merchán en Nueva York, donde le acusaron en casos que de fallar le podrían impedir ser candidato. La sensación es que algunas de esas denuncias no tenían otra finalidad que acabar con su candidatura, con fundamento en un asunto de impuestos. Lo que muy seguramente no calcularon los estrategas del momento es que esa judicialización de la política se volvería como un búmerang en contra del ambiente político tradicional en una justa electoral, ni que, al salir libre de esos cargos, los más extremistas contrarios al expresidente, resolvieran atentar contra su vida.
Y lo que menos llegó a calcular alguien con excepción de algún gurú, es que el candidato Donald Trump, favorito en las encuestas, fuese objeto de un atentado por un joven criminal que le disparó con un fusil AR-15. Sin que se sepa que agentes del terror estaban en su entorno. Y lo que es más sorprendente, un súbito y ligero movimiento de cabeza le salvó la vida al candidato, que de pasada da muestras de un valor civil irreductible, al levantar el puño en señal que sigue en la lucha herido, con la cara manchada de sangre y el mundo observando su gesto de coraje. Y como exclama él mismo, “me salva la mano de Dios”, hoy con rumbo imparable a la Casa Blanca.