Estamos festejando con orgullo y con júbilo, los primeros cien años del nacimiento de Jorge Vélez García. Ocupó las más encumbradas posiciones, que la democracia reserva para sus mejores hijos. Pero quizás, uno de los cargos más fructíferos y benéficos para nuestro país hace relación con la estructuración moral, académica y científica de varias generaciones o grupos de jóvenes como rector de la Universidad La Gran Colombia.
Para ese gran líder cívico que fue Jorge Vélez, una buena universidad, era un poderoso motor de desarrollo.
En sus intervenciones y escritos sustantivos repetía, si la esencia de las universidades el catedrático altamente calificado, estos claustros son insustituibles para el progreso de las comunidades.
Jorge Vélez fue presidente de la Corte Suprema de Justicia, de la Academia Colombiana de Jurisprudencia y otras corporaciones memorables. Pero lo que más le enorgullecía era su calidad de catedrático en numerosas universidades y especialmente la histórica rectoría de la Universidad La Gran Colombia. Su pujante huella aún perdura, como diariamente lo reconoce el actual rector de este centro educativo Dr. Marco Tulio Calderón.
Hagamos un rápido resumen de lo que la Universidad la Gran Colombia, según Jorge Vélez le ha aportado a nuestra nación. La educación superior para un pueblo, es como el cerebro, en relación con el cuerpo humano: su parte más luminosa y trascendental. La educación universitaria para los menos favorecidos económicamente, les permite vivir dignamente, desarrollar plenamente sus potencialidades y ser protagonistas en el avance civilizado del país.
En forma revolucionaria, sostuvo Jorge Vélez, que antes la educación era la acumulación pasiva de lo que había pasado en épocas pretéritas y que como las costumbres y las necesidades eran cambiantes, la moderna universidad tiene la obligación moral de ser innovadora, creativa y transformadora. Se requieren con urgencia respuestas nuevas, atender escenarios distintos y adaptarnos a horizontes desconocidos. En este momento la educación tiene que propiciar la investigación, desarrollar la invención, el descubrimiento, la selección y la utilización de concepciones diferentes. Hay que anticiparse a un mundo movido, lleno de sorpresas.
Hay que analizar las relaciones entre lo que ofrece la universidad y la realidad del entorno; lograr un pensamiento integrador que permita el tratamiento de las dimensiones diversas de un problema o una situación. La explosión del conocimiento obliga a una revisión constante del curriculum, una selección juiciosa de los contenidos a incorporar en él, y una actualización permanente del docente.
En todos los niveles, esencialmente en lo universitario y en los posuniversitarios, el campo de las ciencias sabe ser tratado globalmente, visto que en la realidad social, la sociología, la economía, la política no existen parceladamente.