Las calamidades azotan a Colombia. Estamos al borde de un abismo que nos obliga a tomar decisiones que hubiéramos podido eludir o aplazar, si no nos hubiera invadido la arrogancia.
De la noche a la mañana, nos la ha cobrado el falible manejo que le ha imprimido este gobierno a una economía acicateada por el despilfarro, la corrupción, y lo que el uribismo calificaba de “derrochón”.
La nómina oficial está inundada de vices, altos consejeros, jefes, asesores, gerentes y cuanto aspirante quiere engrosar la plantilla gubernamental, con solo mostrar el rótulo de la hegemonía. Hay otros que recorren el mundo buscando negocios, mientras un fiscal utiliza aviones costeados por el Estado para conocer San Andrés. Es el mismo que conformó un costoso aparato para divulgar su imagen como el segundo hombre más importante de Colombia.
Y qué tal el desaforado ministro de Defensa, “mostrándole los dientes” a Maduro, con estrafalarios, babilónicos y amenazantes desfiles militares en la frontera. Esos despliegues son acompañados de delirantes promociones en los medios de comunicación, difundidos por un aparato de propaganda, que a incalculable costo, acompaña a Molano. Los excelentes periodistas que se ocupaban de difundir la imagen del ejército fueron despedidos.
Maduro se burló de semejante despliegue Molano-militar, montando un ejército de descamisados, que enfrentaría a nuestras Fuerzas Armadas, con armas de juguete y caucheras.
Esos ingentes costos que debemos absorber, llegaron en plena pandemia. El fanatismo “trumpista”, hizo que nuestras autoridades desestimaran los peligros del covid-19. El Presidente Duque quiso aprovechar políticamente la ocasión, con un oneroso teleprograma en el que se autoelogia y lava sus manos, mientras desperdiciaba tiempo para buscar vacunas.
Otros países tomaron las cosas en serio. Israel, vacunó oportunamente a sus habitantes, les quitó los tapabocas y emprendió la recuperación. Si se llegase a “desclasificar” los contratos de Colombia y se descorre el velo de las confidencialidades, quedaremos perplejos ante semejante descalabro, que nos ha dejado a merced de las vacunas que matan, que no existen, que no llegan y que nos dejan en poder del covid-19. Los biológicos, no se logran a través de programas políticos de TV. Hay que buscarlos.
De impuestos ni hablar. El ministro Carrasquilla, el inventor de los bonos de agua que arrasaron con las finanzas y los acueductos de 117 municipios sigue riendo, mientras sus utilidades recorren los paraísos fiscales, como lo denunció El Espectador. El líquido vital, con el que se ha enriquecido, ahora será arrebatado a los colombianos. El agua tendrá impuesto del 19%, y los niños morirán de enfermedades estomacales, mientras Carrasquilla se engolosina con las mieles de la burocracia internacional en la CAF.
BLANCO: La oposición de un pueblo a las fumigaciones. Con el covid es suficiente.
NEGRO: El gobierno no respalda a 175 líderes y premios Nobel que piden liberar las patentes de las vacunas, para que lleguen a todos por igual, porque en esa lucha se encuentra nuestro Nobel Santos. Qué odio, qué envidia, que arrogancia.
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