VICENTE TORRIJOS R. | El Nuevo Siglo
Martes, 23 de Abril de 2013

Espurio

 

Es verdaderamente desconcertante la cantidad de fiascos diplomáticos que acumula el Gobierno Santos.

Al empeñarse en actuar a contracorriente del interés nacional para satisfacer ilusiones y obsesiones personales, el país se ha visto sometido a la voluntad de la Alianza Bolivariana cuando va y negocia con terroristas en la Isla de la familia Castro, o cuando ignora no solo a los soldados caídos sino a los ciudadanos colombianos ultrajados en la frontera con Venezuela.

Y no sólo eso. Lo mismo sucede cuando evade su responsabilidad y se postra ante el fallo de La Haya para favorecer a los sandinistas, cuando despilfarra esta vida y la otra en la Cumbre de las Américas, cuando titubea ante los desmanes del cura Lugo en Paraguay, y cuando le rinde pleitesía no sólo al dictador sino también a su heredero en el Palacio de Miraflores.

En fin, invirtiendo los valores sagrados de la democracia, el Gobierno Santos comete en el exterior errores tan graves como los que comete dentro del país al favorecer a los socios del terrorismo para condenar, en cambio, a aquellos sectores que a lo largo de la historia han sido genuinos pilares de la libre empresa y la gobernabilidad democrática.

Y esa misma conducta ahora está siguiendo frente al Gobierno espurio de Nicolás Maduro porque la Cancillería, embargada por el miedo de que se estropeen los negociados con las Farc, no espera a que se recuenten los votos, cese la violencia contra la oposición y se garanticen las libertades públicas, sino que se apresura a felicitar al heredero y corre a defenderlo en la cumbre de Unasur.

Poniéndose del lado de los acólitos de Chávez -todos ellos expertos en oprimir y perseguir- en vez de liderar un bloque hemisférico dispuesto a honrar la Carta Democrática Interamericana, la Cancillería colombiana ha tomado partido a favor del autoritarismo negándoles a los venezolanos la posibilidad de iniciar una transición hacia la democracia tal como lo hicieron Paraguay y Honduras.

Antes, cuando las mayorías chavistas eran más o menos evidentes, al Gobierno Santos le resultaba relativamente cómodo abrazarse al dictador para lograr sus objetivos.Pero ahora, en el peor escenario posible, es decir, el de la incertidumbre, la opresión y la violencia social, Santos camina por la cuerda floja corriendo el riesgo de convertirse, de la noche a la mañana, en cómplice de un régimen similar al de Siria o al de Irán.

Que es, exactamente, lo único que nos faltaba.