VICENTE TORRIJOS R. | El Nuevo Siglo
Martes, 8 de Noviembre de 2011

Sultanismo

 

 

Emperador  de los turcos, príncipe o gobernador mahometano, el sultán era el poder omnímodo en Eurasia.

 

Por lo que se sabe, el primero en ostentar semejante título fue Mahmud de Gazni, cuyo dominio se extendía desde el Ganges por Afganistán y la Mesopotamia.

Los ayyubíes de Saladino y los mamelucos en Egipto, así como los monarcas del Magreb, todos fueron sultanatos en donde la palabra del jefe supremo era incontrovertible y estaba respaldada por el uso arbitrario y tajante de la fuerza.

Pero lejos de ser un fenómeno histórico archivado, el sultanato es una práctica perfectamente común en nuestros días y nuestro medio.

De acuerdo con los aportes de los profesores Linz y Stepan en sus textos sobre los regímenes no democráticos modernos y los problemas de la transición y la consolidación de las democracias, el “sultanismo” es una modalidad actual de gobierno autoritario en que la presencia y la personalidad del dirigente absorben todas las dimensiones del poder.

En la práctica, alcaldes y gobernadores pueden caer fácilmente en el sultanismo cuando su conducta personal oculta el pluralismo, o lo desdibuja, hasta hacerlo inoperante.

Que, siendo sinceros, es uno de los graves riesgos en que se halla la democracia colombiana tras las elecciones territoriales de la semana pasada.

Desarrollando agendas grandilocuentes que desbordan el ámbito regional o local, exhibiendo desmedidas pretensiones de poder y utilizando sus posiciones para avasallar a los derrotados creando estructuras extravagantes de dominación, control y movilización de las masas, los sultanes están o han estado asociados a organizaciones armadas con las que, simbólica o físicamente, siembran el temor entre la población que gobiernan.

“ …En un régimen sultanista”, sostienen Linz y Stepan, “los individuos e instituciones están sujetos a la impredecible y despótica intervención del sultán, con lo cual, todo pluralismo es precario por naturaleza”.

Así que imponiendo su voluntad personal, generando imágenes del enemigo y construyendo extravagantes plataformas políticas sustentadas por un temor (explícito o implícito) al uso de la fuerza, algunos alcaldes o gobernadores podrían estar poniendo a Colombia, pausada y progresivamente, a las puertas del sultanismo, una metodología política perfectamente viable para arrasar sin que nadie lo perciba… hasta cuando sea inevitable y demasiado tarde.