VICENTE TORRIJOS R. | El Nuevo Siglo
Martes, 12 de Noviembre de 2013

Tu-160

 

Ingresaron  dos veces a nuestro espacio aéreo de manera clandestina, subrepticia, como muchas de las actividades emprendidas por los rusos. Fueron detectados por nuestra Fuerza Aérea, lo que desmonta el mito de que son imperceptibles. Iban desde Caracas hacia Managua que, con La Habana, son los destinos favoritos de los rusos porque, claro, son regímenes hechos a su imagen y semejanza.

Los Tupolev 160 son los aviones más pesados del mundo. Relativamente obsoletos y vulnerables ante los sistemas ultramodernos de misiles, siguen haciendo parte del arsenal estratégico ruso y sirven para exhibir la fuerza nuclear, intimidar a incautos y recordar las glorias del pasado comunista.

Recordar las glorias porque empezaron a producirse por allá a comienzos de los ochenta, cuando la doctrina Brezhnev aconsejaba exportar a toda costa la revolución y protegerla a sangre y fuego. Igual que ahora. No pidieron permiso y probablemente espiaron cada centímetro de nuestras costas y espacios oceánicos para ofrecer información privilegiada a sus aliados. Y puesto que logran llevar a cuestas hasta 40 toneladas de bombas, no se explicaría un flete tan costoso a menos que estuvieran transportando pertrechos para reforzar al sandinismo, es decir, a la Alianza Bolivariana de la que tan apasionadamente hacen parte las Farc, tal como consta en la reciente carta de la camarilla en la que elogian a Daniel Ortega por sus conquistas soberanas en aguas del Caribe.

Por fortuna, los ciudadanos logramos enterarnos de semejantes maniobras porque, temeroso como vive el presidente Santos de que cualquier incidente le rompa los negocios que ha montado con la guerrilla en Cuba, de él solo se supo cuando no tuvo más remedio que referirse a la primicia de Caracol Radio, emitida con incontrastable lujo de detalles.

En definitiva, el Eje conformado por Caracas - La Habana - Managua se está preparando para acudir ante el Consejo de Seguridad de la ONU y exigirle a Colombia que aplique cuanto antes el fallo de La Haya, tema que para ser ventilado con la fuerza de un Tu-160 requiere del apoyo de Moscú, en su calidad de miembro permanente.  

Pero, como siempre, el último en enterarse será Santos. Santos y su Cancillería dubitativa, sumisa y complaciente con todo transgresor que logre salirse con la suya.