VICENTE TORRIJOS R. | El Nuevo Siglo
Martes, 27 de Diciembre de 2011

 

Heterocephalus glaber

 

He dicho en una conferencia reciente en los Estados Unidos que el tipo de insurgencia que padecemos puede definirse como "terrorismo reticular, resiliente y simbiótico "('TRES') o sea, aquel que funciona como una red de redes, es capaz de sobreponerse creativamente a cualquier adversidad y ofrece y recibe apoyo de sus asociados gubernamentales y no gubernamentales tanto dentro como fuera del país.

Y para ser prácticos, no hay mejor manera de explicarlo que recurriendo a la analogía con la rata topo lampiña africana (Heterocephalus glaber).

En primer lugar, se trata de ratas, y eso lo dice casi todo. Pero no se trata de cualquier rata. Sucede que ésta es ciega, con lo cual, no puede ver la realidad política, ni los valores de la democracia, pero su movilidad y margen de maniobra estratégico es verdaderamente sorprendente.

Absolutamente calva, a la Heterocephalus glaber le ocurre lo mismo que a los subversivos criollos, quienes no tienen un pelo de tontos. Como ellos, esta roedora se adapta rápidamente a las circunstancias cambiantes y es altamente recursiva, a tal punto que actualmente es campeona mundial de resistencia a la hipoxia, o falta de oxígeno, llegando a los treinta minutos sin que sus neuronas se rompan.

Como vive en madrigueras bajo tierra donde a duras penas queda oxígeno, la rata topo goza sintiéndose sometida a condiciones extremas, se agrupa en cuadrillas y se mueve a su antojo sin respetar fronteras porque siempre obtiene el respaldo de sus simpatizantes a donde quiera que vaya.

Como si fuera poco, estas ratas son inmunes a las quemaduras de ácido y no sienten dolor alguno cuando son sometidas a intensos bombardeos. Tal insensibilidad las hace particularmente resistentes e incluso agresivas, pues, lejos de amedrentarse, se crecen ante los golpes recibidos y cobran inusitado vigor después de cada desgracia, por extrema que sea.

Por supuesto, semejante condición también es una desventaja porque al no percibir el daño que sufren caen fácilmente en los mismos errores, pero, claro, como aprenden con suficiente rapidez, buscan prontamente refugio en el vecindario y siguen medrando sin exponerse a riesgos excesivamente altos.

Por último, las Heterocephalus glaber están perfectamente adaptadas a vivir en ambientes pestilentes y se revuelcan en el delito y el crimen para mantener un olor uniforme, es decir, una armoniosa identidad y connivencia con sus pares dedicados a las mismas andanzas.

Es así como logran una pasmosa longevidad calculada en 26 años de vida que, de todos modos, si se comparan con los casi 50 que pronto cumplirá el terrorismo en Colombia, las ponen en cierta desventaja pues en este como en otros campos nadie, ni siquiera la rata topo lampiña, ha logrado superar a los avezados combatientes de las Farc y el Eln.