Caguán cero
No fue sino que “Timochenko” escribiera un renglón diciendo que quería dialogar y todo un montón de gente salió presurosa a ensillar, a festejarlo y a vincularse.
Por fortuna, nuestra legislación prohíbe ahora las zonas de distensión pues, de lo contrario, estarían ofreciéndole alegremente al Secretariado el despeje militar de todo el Caquetá y el Putumayo.
Como sea, se percibe en algunos sectores una especie de euforia por “recaguanizar” al país, euforia que llega al éxtasis cuando se adiciona la alternatividad penal y la preservación de los derechos políticos para que los cabecillas logren ingresar gloriosamente ya sea al Congreso o a una nueva Constituyente de esas con las que solía premiarse a los criminales que, a mayor sevicia, mejores prebendas recibían.
En esto hay que ser claros. Si las Farc son una organización terrorista, lo primero que tienen que hacer para someterse a la Justicia es, precisamente, renunciar al terrorismo.
En la práctica, eso significa cesar el fuego y las hostilidades empezando (y sólo empezando) por liberar hasta el último de los secuestrados para pasar a dar pruebas de que no repetirán semejante conducta, o sea, soportando largos meses de verificación exhaustiva (una especie de cuarentena estratégica) acompañada de la disolución irreversible tanto de estructuras armadas como no armadas.
Dicho de otro modo, los terroristas tendrían que entregar las armas y resarcir a los ciudadanos con la devolución del dinero de los secuestros, las tierras, ganados, cultivos y hasta los cargos públicos que en este mismo instante estarían controlando, o las empresas con las que se estarían lucrando a plena luz del día.
En consecuencia, también tendrían que ir a juicio y cumplir a cabalidad con las penas que hoy se exigen a escala internacional justamente para evitar los indultos y amnistías con los que todo criminal aspiraba hasta hace poco a reincorporarse a la democracia en absoluta impunidad y bajo la inaplicable lógica del hijo pródigo.
En definitiva, cuando se habla de “Caguán cero” se habla de rendición de la guerrilla pero sin aspaviento, sin concesiones ni reconocimiento alguno. Se habla de no caer en la trampa, de no repetir la historia, de no entregarle la democracia al terrorismo y jamás ceder de nuevo ante el crimen.