VICENTE TORRIJOS R. | El Nuevo Siglo
Martes, 24 de Enero de 2012

 

Fábula rusa

 

En su anodino esfuerzo por recobrar la condición de gran potencia, Rusia ha perdido el rumbo y va de tumbo en tumbo hacia el vacío.

En cuestiones internas, ese país que alguna vez sembró esperanza con la “nueva mentalidad” y la consecuente disolución del Pacto de Varsovia, es hoy el mejor ejemplo de contubernio y componenda con los sucesivos e ilegítimos enroques de poder entre primer ministro y presidente.

Pero en cuestiones externas el balance es aún peor y Rusia es uno de los Estados más destacados en lo que podríamos llamar 'diplomacia del oprobio', aquella basada en alianzas vituperables y complicidad manifiesta.

Puesto que los transgresores tienden a juntarse en colectivos, Rusia se ha convertido en socio mayoritario del club de países renegados y pendencieros que, como Nicaragua, Irán, Siria y Venezuela, reprimen a su pueblo, exportan revoluciones, amparan a prófugos de la justicia y amenazan recurrentemente con el uso de la fuerza.

Pero esta conducta, ya bien conocida en la tradición despótica del expansionismo ruso (soviético), se engalana hoy con el uso intensivo de la conspiración, la fabulación y el delirio.

Dicho de otro modo, la diplomacia del oprobio que practican los socios de semejante sindicato se caracteriza por el concierto para delinquir, la invención de tramas y el disparate como norma para interpretar la realidad.

A Chávez, por ejemplo, se le considera el padre de la geología política porque descubrió que Estados Unidos es el causante de ciertos terremotos que, como el de Haití, se fabrican con el único fin de colonizar a países indefensos.

Asimismo, a Chávez se le reconoce como el padre de la oncología instrumental, aquella disciplina que explica cómo la Casa Blanca ha logrado inducir el cáncer en los presidentes marxistas de América Latina.

Por su parte, el presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, es el creador de la narrativa alucinógena con la cual ha podido contarle al mundo que es víctima de una guerra encubierta lanzada por Israel, que sus científicos nucleares desaparecen como por encanto y que gusanos informáticos invaden sus redes como en cualquier película de Hitchcock.

Y, por último, tanto a Medvedev como a Putin se les considera fundadores de la astropolítica, una rama del conocimiento que demuestra cómo sus recientes fracasos espaciales (Soyuz-U, Soyuz-2-1B, Protón-M, Rokot y Phobos-Grunt) no han sido fruto de la incompetencia sino del sabotaje sideral orquestado por el imperialismo norteamericano.